domingo, 31 de marzo de 2013

'Alea jacta est'

Definitivamente, se acaba esta Semana Santa. Lo hace como siempre con un Domingo de Resurrección de aires lasalianos y con Santa Marina como centro neurálgico, aunque, quizás, con más prisas de lo acostumbrado. De hecho, hasta el reloj quiere adelantar este adiós y por eso se adelantó la pasada madrugada, cuando aún quedaban por las calles nazarenos de La Trinidad y los de La Resurrección estaban tan sólo formando sus tramos. La espera tiene ganas de volver a protagonizar nuestras vidas, iniciando otra cuenta atrás que termine con la llegada de un nuevo Domingo de Ramos.

Aunque todavía queda un último consuelo antes de que activemos los contadores de nuevo, el de ese paso de misterio que da sentido a nuestra fe y que apenas necesita a un ángel y un Cristo. Se trata del Resucitado, que llegará a la Catedral coincidiendo con los primeros rayos de sol y que aglutinará a la bulla a su alrededor según avance en su camino de vuelta a casa, que, como suele ser costumbre, tendrá lugar en loor de multitudes. Porque nadie se querrá perder detalle, ni de su paseo ni del de su Madre, una Virgen de la Aurora a la que se le adivina por momentos la sonrisa en la cara, al saber que su Hijo, un año más, ha cumplido su palabra, volviendo a la vida de madrugada.

Y en cuanto, entre los últimos sones de Amargura, las puertas de Santa Marina se cierren, llegará el momento de la nostalgia, esa que nos acompaña ya desde el Viernes Santo (a algunos, incluso, desde antes) y que se hará más presente si cabe mañana mismo, cuando caigamos en la cuenta de que justo con un año de diferencia arrancaba oficialmente la Semana Santa de 2012. Sólo queda el consuelo de lo que hemos vivido y disfrutado en estos días en los que la ciudad ha sido diferente, fijándonos una nueva fecha en nuestro camino, la del 13 de abril de 2014, cuando todo empezará de nuevo. Porque ya queda menos para otro Domingo de Ramos.

sábado, 30 de marzo de 2013

Con sabor a despedida

Como quien no quiere la cosa, hemos llegado ya a la última tarde de túnicas y capirotes de este año. Definitivamente, se nos va esta Semana Santa, que, como suele ser habitual cada Sábado Santo, nos impregna los labios con un importante sabor a despedida. Empezaremos a paladearlos bien temprano, con los traslados de vuelta a sus templos de La Esperanza de Triana y Los Gitanos. Después, las calles se impregnarán del ruán verde y el carácter decimonónico de El Sol, que volverá a 'emigrar' desde su barrio de El Plantinar para llevar la alegoría del Varón de Dolores a la Catedral, pero también la Sacra Conversación de la Virgen entre varales de caoba y bambalinas pintadas, demostrando que se puede ser diferente, que no todo tiene que seguir el mismo cánon en esta bendita ciudad.

También clasicismo destilará por sus cuatro costados Los Servitas, con la Piedad que forman la Virgen de los Dolores y el Señor de la Providencia, entre sones fúnebres y de banda de música, y esa Virgen de la Soledad por cuyo rostro caen las últimas lágrimas que sus ojos pueden derramar. Mientras, La Trinidad, entre izquierdazos y cambios, volverá a recordar el misterio del Santísimo Decreto, pasando después a sorprendernos con un Señor de las Cinco Llagas que estrenará todo el trabajo de talla de su impresionante paso nuevo, haciéndonos así el cuerpo para encontrarnos con la Virgen de la Esperanza, la que tiñe de verde esta jornada de luto, recordándonos que esta edición de los días grandes se nos marcha, pero que ya vendrán otras más.

De confirmarlo del todo se encargará El Santo Entierro, con esa Canina que nos dice que la Muerte venció a la Muerte, que Dios no ha fallecido, que sólo duerme en su urna gótica y responde al nombre de Yacente, mientras todos esperan su vuelta junto a su Madre de Villaviciosa en un duelo que tendrá su caducidad en plena madrugada por Santa Marina. Y como broche de oro, la Soledad que nos llegará de San Lorenzo, como metáfora de cómo se nos quedará el alma en cuanto perdamos de vista su paso cuando regrese a su templo, cuya puerta tocaremos para poder vivir otra Semana Santa más, porque esta ya de nosotros se está despidiendo.

viernes, 29 de marzo de 2013

Batallando con la nostalgia

Los últimos ecos de la Madrugá acaban de callarse en La Macarena, Triana y Los Gitanos. No se han acabado las cofradías por este año, ni mucho menos, pero una importante sensación de nostalgia nos invade, tras ver cómo en apenas unas horas hemos agotado medio programa de mano, que encaramos la última parte de la 'Triada Sacra' mientras vemos cómo una nueva Semana Santa se nos va escapando. De este modo, la tarde del Viernes Santo adquiere tintes especiales, casi románticos, comenzando en el Arenal, junto a una Carretería que queremos volver a recuperar, perdiéndonos entre sus elegantes túnicas nazarenas, admirando ese imponente misterios de garras en sus zancos y tres cruces que enmarcan al Señor de la Salud, pero también esa belleza clásica de una Virgen del Mayor Dolor que mira al cielo implorando que la lluvia, la misma que la ha dejado en casa en los dos últimos años, no haga su aparición.

El mismo deseo habrá al final de la calle Castilla, en plena Cava, donde El Cachorro volverá a reencontrarse con la ciudad tras el mismo tiempo de ausencia, buscando ese aire tan característico que destilan todavía las calles de Sevilla, el mismo que servirá para que sus pulmones vuelvan a llenarse de vida y que acariciará con mimo el rostro de su Madre del Patrocinio. Tras Ella, irán sus vecinos de La O, entre regueros de raso morado, acompañando a ese Nazareno que Roldán imaginó algo jorobado por el peso de su cruz de carey y plata, así como también a esa jovencita morena que resume en apenas una vocal no sólo su nombre, sino la expectación de la Virgen al saber que iba a convertirse en la Madre de Dios.

Esa Madre que llora al pie de su cruz en San Buenaventura, con tintes franciscanos y una sensación de Soledad que sólo el tiempo dirá si puede abandonar algún día, cuando su Hijo de la Salvación la acompañe a cielo abierto en esta tarde de mantillas y bullas. Mientras, los vecinos de la Costanilla se convertirán en el Cirineo que acompaña al Señor de las Tres Caídas de San Isidoro, prestándole toda su fuerza para que continúe su camino hacia el Gólgota, en el que le sigue la Virgen de Loreto, la misma que entre varales de oro tiene el honor de ser la Reina de los Cielos para nuestros ejércitos.

Además, la Magdalena hará las veces de monte Calvario para asistir al momento de la Conversión del Buen Ladrón por obra y gracia de ese Cristo hermano del Gran Poder; después sabores de otro tiempo junto a la crestería y las bambalinas por fuera del palio de la Virgen de Montserrat, que hizo el camino a la inversa de La Hiniesta para cambiar Barcelona por la capital hispalense. Y, finalmente, entre repiques de esquilas, tras dieciocho ciriales y en medio de una intensa cortina de incienso, veremos La Mortaja de Jesús, rodeado de su Madre de la Piedad y sus más allegados, recordándonos que, como anuncia la nostalgia que ya nos embriaga, esto se nos escapa entre las manos, que sólo nos queda una tarde de cofradías para empezar a pensar en la Semana Santa de otro año.

Y Sevilla te llama Madrugá

Sevilla se prepara para su gran noche de vigilia, para esa en la que ni la luna quiere perderse detalle de la magia que se derramará por las calles a partir de la medianoche, cuando crucemos la frontera que nos lleva al Viernes Santo, aunque queden retazos del Jueves aún de vuelta a sus templos. Porque no hay sueño, ni ganas de marcharse a la cama con lo que nos espera desde que junto al Arco se abra la veda. Será con largas filas de capirotes de terciopelo morado precediendo al Señor de la Sentencia, que volverá a evangelizar de costero a costero delante de las corazas y plumas de esa Centuria que, a buen seguro, hubiese cambiado la historia si hubiese estado presente hace casi dos milenios. Después, un eterno reguero de 'Verde Esperanza' que nos llevará hasta la Señora de San Gil, la Madre de Dios, esa a la que por estas latitudes todo el mundo conoce como Macarena.

Poco después, una saeta romperá el Silencio en San Antonio Abad, saludando a la cruz de guía de la Madre y Maestra, de esa cofradía digna de ver desde el principio hasta el final. Una auténtica puesta de escena que recorrerá las principales arterias del centro, cuidando cada detalle para agasajar como merece ese Nazareno que no carga con nuestros pecados, sino que los abraza. Él no va con la cruz al revés, son los demás. Y como broche de oro al cortejo, ese palio de plata de aires venecianos que enmarca a la Virgen de la Concepción, esa a la que sólo se atreve a susurrarle San Juan y por la que estarían dispuestos a dar sus hermanos hasta la última gota de su sangre.

Para entonces, Dios ya estará caminando a su anchas desde San Lorenzo, con la zancada larga y firme, buscando la Catedral sin que se escuche nada más que el rachear de sus costaleros, alguna que otra oración que se convierte en saeta y el latir de los corazones de quienes se rinden a sus plantas al verlo pasar. Porque el Gran Poder no necesita más banda sonora que esa cada noche de Viernes Santo, en la que todas las miradas y los flashes apunta hacia Él, olvidando quizás en el camino a su Madre, la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso, que, en cualquier caso, lo acoge de buen grado, ateniéndose a las normas no escritas de la ciudad.

Las mismas que cambian cuando se cruza el puente para llegar a Triana, tiñéndose de verde para honrar a su Reina y Capitana, la misma que invadirá la otra orilla salvando a quien la mire con el salvavidas que lleva en sus manos, entre flores que, pese a su belleza, no podrán jamás competir con la de su rostro moreno, la que luce a su barrio como apellido y responde al nombre de Esperanza. Esa a la que, como a nosotros, se le escapará algún que otro ole cuando vea andar a su Hijo de las Tres Caídas, entre cambios e izquierdazos, en plena comunión con su banda y exhibiendo cómo andan los pasos en la orilla más marinera de la vieja Híspalis.

Esa algarabía contrastará con la solemnidad y el recogimiento que llegará desde la Magdalena, provocado por un Crucificado del Calvario al que, aunque pasen los años, nadie es capaz de quitarle el título honorífico de ser el que preside el paso más fotogénico de la Semana Santa. Tras Él, y sólo alumbrada por la luz de su candelería, irá la Virgen de la Presentación, discreta pese a su innegable belleza, esa que ejerce un innegable magnetismo para todo aquel que la descubre, quizás como medio para compensar ese ostracismo al que, inconscientemente, Sevilla la envió hace demasiado tiempo.

Y junto a los Jardines del Valle, aromas de canela y clavo. El de las filas nazarenas de Los Gitanos, una corporación que enamora a partes iguales a payos y calés, quienes quedan enamorados de las eternas chicotás del Señor de la Salud, a quien no le pesan ni las horas, ni los metros, ni su cruz, pero también de la elegancia hecha paso de palio de su Madre de las Angustias, esa que llegará a la Carrera Oficial cuando el sol comience a despuntar y firme una tregua con la luna para extender la magia de esta noche única y diferente a todas las demás, en la que nadie duerme en Sevilla, en la que la vigilia es obligatoria; ese momento a caballo entre dos días y que Sevilla llama Madrugá.

jueves, 28 de marzo de 2013

Una jornada que recuperar

El Jueves Santo es de esos días que están marcado a fuego en el calendario de la ciudad, de esas jornadas sin las que sería casi imposible imaginarla, aunque durante los dos últimos años nos hemos visto obligados a tener que hacerlo. Porque los paraguas y los chubasqueros se han encargado de quitarle el protagonismo a las mantillas y los trajes de chaqueta, las miradas al cielo a las colas a las puertas de los templos y los cabildos de oficiales a lo que debería ser una bella tarde-noche de pasos. La 'Triada Sacra' ha comenzado coja en todo este tiempo, dejando muchísimas deudas pendientes con los cofrades hispalenses, las mismas que se querrán saldar a lo largo de las próximas horas.

Porque las calles se mueren por ver otra vez a los nazarenos blancos con escapulario azul de Los Negritos, conteniendo el aliento ante ese Señor de la Fundación que, a diferencia del resto de Crucificados, es iluminado por faroles, no por candelabros y admirándose de cómo toda la imaginación de Juan Manuel se hizo palio para la Virgen de los Ángeles. Pero también de sentir el peso del misterio de La Exaltación, en el que su Cristo mira hacia el cielo no sólo pidiendo que las nubes no aparezcan, sino también que acabe ese eterno destierro que sufre por las obras de Santa Catalina, por quien también llora, como su nombre bien indica, la Virgen de las Lágrimas.

Debe ser también día grande en Los Remedios, que se hará espalda de su Señor Atado a la Columna para mitigar el efecto que en Él provocan los azotes del flagelum romano, y que sacará pecho vacilando con orgullo por la belleza añeja de ese trono en el que se pasea la Virgen de la Victoria. Mientras, la plaza de Montesión enmudecerá para no perturbar la Oración de Jesús en el Huerto de los Olivos, la misma que, en clave mariana, se hace presente en el nombre de su Madre, Rosario, y las cuentas con cuelgan y tintinean al son que marcan el vaivén de sus bambalinas.

Por su parte, cuando el sol comience a despedirse de nosotros, será el momento de dejar claro que todo se está consumando en la Magdalena, donde Jesús será Descendido en el misterio de La Quinta Angustia ante la expectante mirada no sólo de la Virgen, sino también de toda una ciudad que volverá a ver cómo con apenas un sudario se puede desafiar a la gravedad. Y entre el centelleo de los flashes en los espejitos de su paso avanzará el Señor de la Coronación de Espinas, sirviendo de preludio a ese encuentro con la Verónica en la calle de la Amargura que ejemplificará el Nazareno con la Cruz al Hombro antes de que nos reencontremos con ese sabor clásico y decimonónico de flores cónicas que enmarcan a la Virgen del Valle.

Finalmente, silencio y ruán negro en el Salvador, viendo cómo hasta la rampa enmudece su crujido al paso del Señor de Pasión, ese que volverá a salir como hace años que no vemos (al menos en la calle, que no en su templo), con túnica bordada y una calavera a sus pies, precediendo a su Madre de la Merced, la que después de tres años esperando quiere, por fin, verse con la música de la Oliva de Salteras por Sevilla. Como también nosotros deseamos volver a disfrutar de un Jueves Santo que el tiempo nos ha arrebatado en los últimos años y que hoy estamos obligados a recuperar mientras, por algunos puntos, una centuria romana desfila presagiándonos la Madrugá...

miércoles, 27 de marzo de 2013

Un pacto con San Pedro

En los dos últimos años, en los que la lluvia ha acaparado más protagonismo que las propias cofradías, ha habido un día que siempre se ha salvado, el Miércoles Santo. Hay quien alude a que su situación, en mitad de los días grandes, le favorece para evitar los cambios de tiempo, aunque hay quien va más allá y habla de un trato de favor por parte de uno de los 'jefes' de arriba, San Pedro. No en vano, es el día en el que sale su cofradía y es probable que no quiera perdérsela en la calle, que se llena de los aires castellanos del Cristo de Burgos y el recogimiento de su Madre de la Palma, quien, quizás, vaya mirando al cielo siempre no sólo para que allí escuchen nuestras plegarias, sino también para dar gracias porque el cielo no se derrame sobre nuestras cabezas.

Y este pacto no sólo se reduce al corazón de la ciudad, sino que extiende su área de influencia más allá, hasta Nervión por ejemplo. Allí, pese a que haya un Señor que estira su cuello en busca del líquido elemento y que exclama a voz en grito que tiene Sed, no se ve más agua que la que evocan los ojos de la Virgen de la Consolación. Lo mismo ocurre en San Bernardo, donde entre eternas filas de nazarenos se resucita todo el sentir de uno de los barrios más señeros de la ciudad, el mismo que no duda en acompañar donde sea a su Cristo de la Salud, que cumple 75 años entre ellos, y a esa Virgen que ejerce como Refugio de todos.

Mientras, en Omnium Sanctorum habrá hasta aires marineros. Los de una Virgen del Carmen que se hace Dolorosa para pasear por Sevilla y que, desde la distancia, ve cómo a su Hijo de la Paz ese San Pedro que dispersa normalmente las nubes en esta jornada lo niega hasta tres veces. Como agua también sale del costado del Señor de la Lanzada, ese que avanza desde San Martín presidiendo su espectacular barco, el que desafía a la física en cada estrechez y que sirve de preludio a ese Buen Fin que tiene cara de mujer y destila belleza bajo palio.

Por su parte, el arrabal de San Lorenzo se convertirá en franciscano por obra y gracia del Señor del Buen Fin y también de la Virgen de la Palma, que paseará una vez más paseará enmarcada por ese firmamento que son las bambalinas azules de su paso. Del mismo color se teñirá el Arenal por culpa de los hermanos de El Baratillo, sirviendo de paño de lágrimas para una Virgen de la Piedad que no puede reprimir el llanto al sostener en el regazo el cuerpo sin vida de su Hijo de la Misericordia, pero también de una Virgen de la Caridad que únicamente estará sola en su advocación.

De igual modo, San Vicente se llenará de ambiente decimonónico, el de la elevada cruz del Señor de las Siete Palabras, que no sólo mira a sus pies a la Virgen de los Remedios y a su propio misterio, sino también, y de reojo, al Nazareno de la Misericordia presidiendo su espectacular paso de plata y, si puede volver un poco la vista, a la Virgen de la Cabeza, que lo sigue desde la lejanía. Finalmente, Orfila se llenará de Panaderos con túnica y capirote que convertirán a Sevilla en el Huerto de los Olivos junto al Señor del Soberano Poder en su Prendimiento, pero que iluminarán la noche con la candelería en aspa de la Virgen de Regla, que cuando vuelva a su capilla nos hará caer en la cuenta de ese pacto que el Miércoles Santo tiene con el tiempo, aunque quizás no sea realmente con él, sino con San Pedro.

martes, 26 de marzo de 2013

A la tercera va la vencida

Sevilla echa de menos al Martes Santo. La lluvia le ha privado de él durante los dos últimos años y eso se nota en su ánimo. Por eso, esta jornada sólo trae consigo un deseo: recuperarlo. Para ello, nos encomendamos al cielo, esperando que no quiera sacarse de nuevo papeleta de sitio entre nosotros y permita regresar a la normalidad, esa que arranca bien temprano, casi a la hora del desayuno, en El Cerro. Allí, antes del mediodía, deben echar a andar rumbo al corazón de la ciudad el Señor del Desamparo y Abandono y su Madre de los Dolores, acompañados por todo su barrio, que no dudarían en ir junto a Ellos hasta el fin del mundo y, muchísimo menos, a una Catedral que, más pronto que tarde, pisará también el Nazareno de la Humildad.

Y dentro de ese retorno a lo de siempre también milagros, como el que se producirá en la ojiva dentada de San Esteban, a la que desafiarán sin reparo el Señor de la Salud y Buen Viaje y la Virgen de los Desamparados, teniendo como medio para ello el cariño y la fuerza de sus costaleros, guiados por una saga de los Ariza que continúa un año más ejerciendo su magisterio ante el martillo. De similares características será también el que tendrá lugar en Omnium Sanctorum, que acallará la algarabía de la calle Feria al paso del Señor de las Almas, mostrando después que la música no está para nada reñida con el recogimiento que destila la Virgen de Gracia y Amparo.

Mientras, La Calzá saciará sus ganas de volver a Presentar a Sevilla al Hijo de Dios, teniendo a Pilatos de maestro de ceremonias. Tras Él irá el Señor de la Sangre, ese que sintetiza mejor que nadie clavado en una cruz el misterio de la Encarnación que su Madre enmarca bajo palio, recordando su pasado como Palomita de Triana ahora que es Reina y Señora de la calle Oriente. Y casi a la par, Los Estudiantes nos volverán a dar una lección sin necesidad de apuntes, la que cada año por estas fechas nos ofrece el Cristo de la Buena Muerte, capaz de quitar dramatismo a un final que, después de todo, sólo es el principio; pero también con un paso de la Virgen de la Angustia que bien merecería ser analizado con detenimiento en cualquier libro de historia del arte.

Al poco, la zona de la Alfalfa se llenará de luz, la que desprende la Virgen de la Candelaria, reflejada en las túnicas blancas de sus nazarenos y en los respiraderos de ese trono sobre el que se eleva una de las tallas más antiguas de la ciudad, el Cristo de la Salud. De igual modo, San Lorenzo se convertirá en el palacio de Anás, asistiendo a cómo Castillo Lastrucci imaginó para nosotros el momento en el que Malco golpea a Jesús dándole nombre a La Bofetá, esa por la que llora, pese al consuelo de San Juan, la Virgen del Dulce Nombre.

Finalmente, Mateos Gago se teñirá de ruán negro y clasicismo, el del 'Stabat Mater' del Señor de las Misericordias y la Virgen de la Antigua sobre esa canastilla realizada a modo de museo, pero también el de ese palio de crestería que enmarca a la Virgen de los Dolores. Ella, como nosotros, también elevará su mirada al cielo, dando gracias por permitirnos recuperar este Martes Santo que cada milímetro de la ciudad echaba tantísimo de menos. Ojalá haya vuelto para quedarse para siempre y no desaparecer jamás.

lunes, 25 de marzo de 2013

Revalidas y reencuentros

Casi no hemos tenido tiempo de darnos cuenta de que se nos ha escapado entre las manos un nuevo Domingo de Ramos y ya es Lunes Santo. El primero de esos días en los, en clave cofrade, amanece bien temprano, entre túnicas y capirotes, con una cofradía poniéndose en la calle a las primeras de cambio. Porque el sol, esperemos que nunca mejor dicho, saldrá antes por San Pablo, donde tanto el Señor Cautivo y Rescatado como la Virgen del Rosario sueñan con volver a pisar la Catedral tras quedarse en casa en los dos últimos años y quedarse en el intento allá por 2010. Aunque hoy todo será distinto, o, al menos, eso deseamos todos.

Como también poder paladear como se merece, en todo su esplendor, el sabor a barrio de Santa Genoveva, el mismo que destila cada integrante de sus filas nazarenas, el que cabe en la figura de ese Señor Cautivo que parece que va sólo, pero al que le sobra compañía, y que también se hace presente en el alegre vaivén de las bambalinas del palio de la Virgen de las Mercedes. Algo parecido sucederá en El Tardón, entre ese larguísimo cortejo de blanco inmaculado que precede a los izquierdazos del misterio del Señor del Soberano Poder de San Gonzalo, pero también a esa joya que pasa tan desapercibida como la Virgen de la Salud, quizás por tener hoy por delante a quien tiene el resto del año a su lado.

De igual modo, la calle Santiago llevará al Getsemaní, que irá echando raíces por Sevilla entre olés y cambios, los de la elegante cuadrilla del Señor de la Redención, ese al que Judas sólo da un beso eternamente inacabado, consciente de que si este tuviese caducidad cualquier hermano le quitaría el puesto no para darle sólo uno, sino unos cuantos, casi los mismos que le lanzarán a la Virgen del Rocío a su paso. Mientras, las campanas en San Andrés sonarán a difunto, haciendo que la ciudad enmudezca viendo cómo trasladan al Señor de la Caridad de Santa Marta al sepulcro bajo la atenta mirada de su Madre de las Penas.

Después, llegará el recogimiento de Vera+Cruz, transportándonos a otro tiempo, el que evoca la pequeña talla de su Crucificado, pero también su Lignum Crucis, ese que nos llevó a reflexionar sobre el sentido de todo esto hace apenas un año, y una Virgen de las Tristezas a la que no le hace falta más artificio que una escasa candelería y su palio de cajón. Pero también el clasicismo de la cruz de carey y plata del Señor de las Penas, ese al que sólo media capital hispalense podrá ver la cara, y una Virgen de los Dolores a la que sería muy difícil de imaginar paseándose por las calles sin los sones de la Banda de Tejera.

Y de la vera del río, Las Aguas. Las que caben en la advocación de ese Cristo que sonará a Triana sin tener que volver a cruzar a esa otra orilla que conocen tanto Él como su Madre del Mayor Dolor. Pero también la que ha caído desde que esa eterna niña que es la Virgen de Guadalupe salió de las gubias de un jovencísimo Álvarez Duarte para maravillar a toda Sevilla. Además, daremos nuestro visto bueno al líquido elemento sí sólo se hace presente en la cofradía del Arenal y en la de El Museo, en una Virgen de las Aguas que da gracias al cielo porque ya esté de vuelta un Señor de la Expiración que dejará boquiabiertos a propios y extraños, apareciendo como nuevo, como si fuese un estreno. Lo mismo ocurrirá con nuestras ganas de Semana Santa, que serán aún mayores si cabe tras este día de reválidas y reencuentros.

domingo, 24 de marzo de 2013

Con los contadores a cero

Llegó el momento. Por fin se acabó la espera y Sevilla se viste de estreno, el de un nuevo Domingo de Ramos que amanece entre palmas y preparativos, entre carreritas sobre una rampa y visitas a templos. Ya no hay que restar nada a nuestro particular contador, que se encuentra a cero, dando vía libre a las emociones en una jornada que, pese a que se repite año a año, siempre será diferente. Aunque arranque en el mismo sitio, la parroquia de San Sebastián, donde una cruz de guía portada por nazarenos blancos de capa abrirá oficialmente una nueva Semana Santa, ésa en la que el Señor de la Victoria tomará su carga haciendo un guiño a la ciudad, diciendo que ya está preparado como ella para sus días grandes, y en la que los recuerdos, el presente y el futuro volverán a proyectarse como si de una pantalla de cine se tratase en el palio inmaculado de la Virgen de la Paz.

Y como vivimos este día con la ilusión de un niño, esta se pondrá la túnica y el capirote con una cruz de Santiago al pecho, aprendiendo entre gigantes de ruán negro y acompañando a un Señor a lomos de una Borriquita que no entra en Jerusalén, sino en la 'Tierra de María Santísima'. Esa Madre de Dios que reclamó su sevillanía entre hojarasca y retama en tierras catalanas, diciendo que era de más allá de la Puerta de Córdoba, del barrio de San Julián, el mismo que la venera con rasgos de morena veinteañera y la llama Hiniesta, enjugando las lágrimas que besan su rostro por la Buena Muerte de su Hijo, al que vigila como centinela entre cuatro hachones María Magdalena.

Mientras, en Molviedro, Jesús será Despojado de sus vestiduras, con la vista puesta en un cielo que nos ha dado demasiados quebraderos de cabeza en los dos últimos años y desde el que se asomarán tantos y tantos cofrades que se fueron al mejor palco de todos según les fue dictando el tiempo. Todos, sin distinción, no se perderán detalle de la salida de la Virgen de los Dolores y Misericordia, pero tampoco de cuanto acontezca en Los Terceros, donde el Señor de la Cena oficiará la misa más larga y bella de cuantas existen por estos lares desde su misterio, precediendo a la necesaria reflexión sobre uno mismo que evoca el Cristo de la Humildad y Paciencia, pero también a los diálogos entre varales y bambalinas que acompañan a la Virgen del Subterráneo.

Al poco, en San Roque, el Señor de las Penas echará a andar con ayuda de su Cirineo y sobre hojas doradas de acanto, sirviendo de avanzadilla para la Virgen que resume mejor que nadie en su advocación las sensaciones de este día: la Gracia de poder vivir el estreno de una nueva Semana Santa y la Esperanza de que todo vaya tal y como hemos deseado. Y, casi al unísono, Triana hará las veces de firmamento en San Jacinto, admirándose de cómo brilla en su palio la Virgen de la Estrella, pero también deshaciéndose en aplausos entre los izquierdazos y cambios de un Señor de las Penas que reza para que en las dos orillas de Sevilla no falte nunca de nada.

Después, el clasicismo se teñirá de ruán blanco en San Juan de la Palma, con un Señor del Silencio al que solo desprecia Herodes porque, quizás, no tuvo la fortuna de criarse en el barrio de la Feria o porque desde su asiento no puede ver, por mucho que vuelva la cara, esa atemporal monumento que es el palio de la Virgen de la Amargura. Y cuando la noche empiece a delatar que este día se nos escapa de las manos, será el momento de callar junto al Señor del Amor y de cautivarse con la belleza callada de la Virgen del Socorro, la que servirá para muchos como broche de oro a esta jornada que tanto hemos esperado, deseando que al verla perderse en la lejanía podamos decir eso de "qué pedazo de Domingo de Ramos hemos echado".

sábado, 23 de marzo de 2013

Estrenos, preparativos y nazarenos

La última fase de la espera, las Vísperas, están a punto de agotar su último cartucho. Lo harán hoy mismo, con un Sábado de Pasión cada vez más consolidado y que en esta ocasión será tremendamente distinto, marcado por varios estrenos que lo harán más atractivo si cabe. Ninguno de ellos vendrá bajo el brazo de la Decana de esta jornada, Torreblanca, que volverá a llenar de túnicas y capirotes su barrio, ese que ya ha perdonado que su Señor Cautivo ante Pilatos se saltase los acuerdos del Vía Crucis Magno del pasado 17-F para, al menos, poder pisar las calles del centro y que, como siempre, se rendirá a las plantas de su Virgen de los Dolores, a la que no pararán de lloverle plegarias y piropos a cada paso.

Sí los habrá, en cambio, en Ciudad Jardín, en La Milagrosa. Porque la Virgen del Rosario saldrá por primera vez con sus nuevas bambalinas, de aires turcos, mientras el Señor de la Esperanza volverá a dejar boquiabiertos a propios y extraños con su espectacular misterio, custodiado por su particular Guardia Judía y avanzando en absoluta comunión con los sones de Redención. En cualquier caso, ambos tendrán que esperar algo más para verse entre unas filas de nazarenos que daban por seguras hasta hace apenas unos meses y que, al menos, no llegarán hasta 2014.

Mucho más importante será la novedad que se disfrutará en Alcosa, donde por fin, y tras esperar quizás demasiado, el Señor del Divino Perdón no procesionará sólo. Porque tras Él, siguiendo sus pasos, irá su Madre de la Purísima Concepción, que comprobará de primera mano ese fervor con el que este punto de la ciudad se vuelca con su hermandad cada Sábado Santo. Así, verá que su Hijo no le mentía, y que este barrio que surgió allá por los 70 con gente que venía de otros ya tiene identidad propia y hasta paso de palio.

Aunque el estreno más importante de todos se vivirá en San José Obrero, donde debutará la última corporación que se ha incorporado a la nómina penitencial hispalense, la del Señor de la Caridad y la Virgen de los Dolores, que llenarán de incienso un punto de la ciudad que sólo conocía cómo olían las Glorias y que a partir de ahora se colocará en la primera plana cofrade con una hermandad que ha sabido esperar, haciendo las cosas a la perfección, sin prisa pero sin pausa, y que desde hoy mismo recogerá su premio. Como nosotros lo haremos según avancen las horas y nuestro contador se ponga a cero, llegando a una nueva Semana Santa como sólo lo entiende Sevilla: entre novedades, preparativos y nazarenos.

viernes, 22 de marzo de 2013

El final de la cuenta atrás

Señoras y señores, damas y caballeros, pasen y pónganse cómodos porque aunque oficialmente nos queden dos días más para estrenar una nueva Semana Santa, los barrios se encargarán hoy mismo de dictaminar lo contrario abriendo de par en par las puertas a unas Vísperas que, como ya es norma no escrita en la capital hispalense, nos traerá los primeros nazarenos de 2013. Y también las primeras tentativas para obtener el don de la ubicuidad, esa que a buen seguro nos gustaría poseer a todos según avance la tarde y veamos que casi es imposible ver todo lo que tendremos por las calles gritando a los cuatro vientos que los días grandes ya están aquí.

Así lo harán el Señor de la Salud y Clemencia y la Virgen de la Divina Gracia en Padre Pío-Palmete, con ganas de resarcirse de lo ocurrido el año pasado, cuando la meteorología impidió su salida y les dejó no sólo sin llenar de ambiente cofrade su feligresía, sino también sin visitar en estación de penitencia a los titulares de El Cerro. Lo mismo ocurrirá en Heliópolis con La Misión, que como viene siendo habitual volverá a despertar varias preguntas a su paso: ¿abandonará la corporación pronto las Vísperas? ¿será una de sus últimas salidas desde el Claret? ¿y con sólo el misterio, sin palio? Sea como fuere, las ganas de disfrutar de ella serán las mismas de siempre o incluso más, por aquello de que no la vemos a cielo abierto desde 2011.

Sí que lo hicimos, en cambio, el año pasado con el Jesús de Nazareth y la Virgen del Amor en Pino Montano, que nos regalaron túnicas y capirotes hasta que el cielo se derramó sobre nuestras cabezas. Por eso esta tarde compartirán nuestro deseo de que el único agua que veamos sea el que baja por las mejillas de sus vecinos en este día grande que para ellos es el más grande de cuantos tiene el calendario. Y lo mismo en Bellavista, donde el Getsemaní volverá a echar raíces para presenciar la detención del Señor de la Salud y Remedios, evitando que desde su palio la Virgen del Dulce Nombre contemple la escena, aunque sus lágrimas delaten que ya sabe lo que ocurre, pese a que los suyos se conviertan en el mejor paño de lágrimas que pueda ahogar su pena, queriendo verla Coronada.

Mientras, Triana quedará muda, absorta en sones de música de capilla y pendiente del crucificado de Pasión y Muerte, que llenará la orilla más marinera de la ciudad de la solemnidad del ruán negro. Del mismo material, pero morado, quedará impregnado el centro, junto al Señor de la Corona, al que las obras de la Puerta del Perdón le permitirá, aunque de manera testimonial, hacer realidad su anhelo de pisar la Catedral ¿será un preludio de lo que podría pasar algún día en el futuro con total regularidad? El tiempo se encargará de decidirlo.

Y en el camino tendrá oportunidad de asistir al estreno de Bendición y Esperanza del Polígono Sur como agrupación parroquial, en unas Vísperas en las que la lluvia no le permitieron debutar hace un año, pero a las que ha llegado para quedarse. Casi al mismo tiempo, Dios cargará con la cruz y derramará sus Lágrimas en Pío XII y exhibirá una muerte dormida en la figura del Señor de la Humillación de San Pablo. Ambos, sin necesidad de nazarenos, pero con el mismo respeto y cariño que si los tuvieran, demostrando que la tradición se revisa en Sevilla cada día, regenerándose en puntos que siguen mirando al futuro. 

Como también lo hacen en El Juncal, donde una vez más saldrá en Vía Crucis un Señor Cautivo que ya tiene paso y banda, aunque esta hoy no le acompañe, y que más pronto que tarde se sumará de lleno a esta nómina de procesiones con todos sus avíos. Quizás para entonces su homónimo de la parroquia de las Flores, al que se le ha dado un nuevo empujón este año cambiando las andas por la parihuela, siga el mismo camino, aunque, por ahora, sea elucubrar demasiado. Igual que en la parroquia del Perdón, a caballo entre San Pablo y Nervión, de donde saldrá sin nada más que sus fieles, el Señor del Perdón, obra póstuma de Castillo Lastrucci.

Entre tanto, será tarde de preparativos y cultos externos en hermandades que miran, como todos, a la Semana Santa. De este modo, el Señor de la Sed recordará a hombros de sus fieles sus años en las Vísperas, cuando no salía de Nervión, mientras el de la Vera+Cruz bendecirá las inmediaciones de su capilla antes de pasar a presidir su paso, algo que también hará, aunque sin salir de su parroquia, el Cristo de las Tres Caídas de San Isidoro, mientras la bulla y el incienso toman la voz cantante entre pasos por los barrios. Porque quedan todavía dos dígitos más por caer, pero, para muchos, la cuenta atrás por fin ha terminado.