miércoles, 2 de julio de 2014

Los problemas del exilio

Hoy, Sevilla debería cumplir con una de sus tradiciones más arraigadas celebrando su función votiva al Santo Crucifijo de San Agustín, una costumbre casi ancestral que tiene sus orígenes en el siglo XVII. No en vano, cuenta la leyenda que la ciudad se libró de la peste en 1640 gracias a su intersección, razón por la cual a partir de entonces los miembros del Ejecutivo Municipal, acompañada de maceros y policías de gala, lo vuelven a visitar cada año por estas fechas, celebrando una misa en su honor y, de paso, dándole las gracias por su protección a la vieja Híspalis.

Sin embargo, todo ha sido diferente en este 2014. El obligado exilio de la hermandad de San Roque, de la que es titular la actual talla de Antonio Sánchez Cid, ha provocado que esta vez, y sin que sirva de precedente, se suspenda el acto, toda vez que no parecía posible llevarlo a cabo en la capilla del convento de San Leandro, que está dando cobijo a la corporación hasta que, según está previsto, regrese a su templo a finales de año. No obstante, lo que sí provoca esta decisión es que la que fue una de las mayores devociones de la capital andaluza hace siglos se quede sin uno de sus principales cultos anuales.

Un daño colateral más de un exilio que en San Roque están deseando dejar atrás. Y es que desde que abandonaron su casa a finales del año pasado, pese a la colaboración de las monjas de San Leandro y hermandades como La Redención, siguen sintiéndose de prestado, atados de pies y manos a la hora de llevar a la práctica sus calendarios habituales. Un motivo que añadir a los muchos que existen para desear que las obras en el templo de la plaza de Carmen Benítez aceleren su ritmo y acaben cuanto antes devolviendo todo a una normalidad que la corporación del Domingo de Ramos echa muchísimo en falta.

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