domingo, 21 de febrero de 2010

Estas casas son una ruina

Parece mentira que siendo la Semana Santa uno de los principales reclamos turísticos de esta ciudad, los organismos oficiales tengan tan poco interés como tienen por la conservación de las parroquias, iglesias y capillas de las hermandades. De hecho, en los últimos años han sido muchísimos los exilios forzosos de las corporaciones sevillanas. En este sentido, destacan los más de diez años que tuvo que esperar Santa Marta para volver a San Andrés, o los que estuvieron lejos de San Vicente Las Penas y Las Siete Palabras. También fue muy sonado el cierre de El Salvador, segundo templo en importancia de la ciudad, y que se caía, literalmente a cachos, lo que obligó a que durante un lustro desapareciese su mítica rampa y tanto el Amor como Pasión tuviesen que emigrar.

La lista es mucho más larga, ya que durante las últimas dos décadas también han pasado por lo mismo Omnium Sanctorum, San Julián, Montesión, San Isidoro, San Esteban o Los Servitas, por no hablar de iglesias sin hermandades. Así, las últimas en entrar en esta lista de dudoso honor han sido, hace unos años ya, Santa Catalina y, esa misma Cuaresma, San Ignacio de Loyola, en San Pablo. La primera es víctima del despropósito que existe en torno a la conservacíón de los bienes patrimoniales de nuestra ciudad. Se cerró hace casi un lustro y hasta hace unos meses no se comenzaron, tímidamente, las tareas de restauración. Ahora, continúan si una fecha para su finalización, mientras la hermandad de Los Caballos espera en San Román, teniendo que deslazarse a Los Terceros para salir y ver, cada Jueves Santo, cómo su casa sigue abandonada a su suerte.

El caso de San Ignacio de Loyola se podría decir que es incluso más grave, no por el daño patrimonial que significa, sino porque hace unos años, la propia hermandad decidió no salir para restaurar el templo. Se ve que no lo hicieron del todo bien, pues el pasado miércoles las goteras convertían a la iglesia en una auténtica piscina, obligando a cerrarla para el público y a la corporación del Cautivo y Rescatado a esperar un informe de daños a partir del cual decidir si buscan acomodo en otro sitio o si podrán salir de allí.

¿Y qué hacen las instituciones? Pues seguir vendiendo la Sevilla del siglo XXI, esa jalonada de obras y proyectos costosos y que no sabemos si llegaremos a conocer finalizados. Mientras, la historia de la ciudad se despedaza sin que nadie haga nada. Qué triste es ver cómo se empeñan en crear la Sevilla del mañana y se olvidan de la de siempre, aquella sobre la que hay que construir el futuro y disfrutar el presente.

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