viernes, 26 de febrero de 2010

Y sin embargo se mueve

Más allá de la lluvia, los primeros avisos de las vísperas ya se notan en el centro de la ciudad. A pesar de los charcos y los paraguas, de un clima desconocido por estas latitudes y de una Cuaresma atípica que a causa de la meteorología nos tenemos que conformar con vivirla más de puertas hacia dentro que hacia fuera, la capital hispalense empieza a prepararse para sus días grandes. Eso se nota no sólo en las primeras colas que se forman en las puertas de tintorerías y tiendas de bordados que reciben las visitas de aquellos que bscan tener sus túnicas preparadas antes que nadie. También más allá de las primeras casas de hermandad en las que las papeletas de sitio ya se están repartiendo. Al margen de los sones de cornetas y tambores que suenan a media tarde en parques o junto al río y de los ensayos nocturnos de las cuadrillas de costaleros, la cercanía de la Semana Santa se siente de manera especial en la plaza de San Francisco, donde han comenzado a montarse los palcos.

De momento, y quizás porque la presencia del líquido elemento no ayuda, no pueden verse a los operarios con las manos en la masa, pero sí las piezas que después se convertirán en las gradas desde la que sus abonados podrán ver todas y cada una de las hermandades que procesionen rumbo a la Catedral. Es el preludio de la metamorfosis que vivirá el centro a lo largo de las próximas semanas para recibir como se merece a su fiesta más importante, al que seguirán el vallado de La Campana y la aparición de las sillas tanto ahí como en Sierpes, la Avenida y Virgen de los Reyes. Se trata, para muchos, del pistoletazo de salida de una nueva fase de esta cuenta atrás que comenzó cuando perdimos de vista la carroza del Rey Baltasar, de un nuevo atisbo de que el tiempo continúa avanzando de nuestra parte.

Y es que a pesar de que vivimos el invierno más plomizo que se recuerda, del ambiente triste y pesaroso que acompaña a la lluvia, la primavera, casi sin darnos cuenta, no falta a su cita y llama un año más a las puertas de la ciudad. Quizás sea que la falta de sol no aletarga más de la cuenta y no nos permite darnos cuenta como siempre de que vivimos en plena Cuaresma y cada vez falta menos para que túnicas y capirotes se conviertan en el paisaje general de la ciudad. Sea como fuere, lo importante es que pese a cambios climáticos y cielos grises todo sigue sigue su curso como lo ha hecho tradicionalmente. Porque puede que no lo notemos, pero la Cuaresma, sin embargo, se mueve.

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