Allí, desde la capilla del Museo, la Virgen de las Mercedes volverá a casa tras realizar sus cultos anuales, reencontrándose de nuevo con su Hijo, el Señor de la Redención, esa joya crucificada que muchos desconocen porque, como otras muchas, sólo puede verse bajo techo y en un altar. Probablemente, no tenga que esperar demasiado a su Madre, a la que casi verá desde que cruce la puerta de la última del Lunes Santo, atisbando cómo su figura se agranda conforme la luz del sol cae y Ella llena cada recoveco de su recoleto templo.
A partir de ahí, y una vez se cierre la puerta, todos pondremos la vista en el próximo fin de semana, en el que septiembre echará el cierre como se merece, por todo lo alto, y, curiosamente, de nuevo con la Reina de las Mercedes por las calles. Ese será el mejor consuelo posible para un día en el que hubo tanto y a la vez tan poco, que vivimos pendientes de un breve traslado que sirvió de epílogo del día de ayer, pero también de prólogo de lo que debe llegar a partir de mañana. Una vez más, la espera aparece en su máxima expresión, como lo hará dentro de justo 6 meses, cuando sea Sábado de Pasión y contemos las horas para un nuevo Domingo de Ramos.
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