lunes, 12 de noviembre de 2012

Caprichos del tiempo

Aunque todavía pueda resultar relativamente pronto para decirlo tratándose de Sevilla, se podría anunciar ya que el otoño comienza a vestirse de invierno. No en vano, en los últimos días el termómetro se ha desplomado, obligándonos a tirar de ropa de abrigo para paliar los efectos de un frío que parece haber llegado con la firme intención de quedarse. Atrás parecen haber quedados las mangas cortas y hasta los calores de los que tanto nos hemos quejado, ya que el tiempo ha cambiado de manera casi radical, dejando a la ciudad sin ese clima sin el que seríamos casi incapaces de imaginarla.

Pero esta variación ha traído consigo un guiño a todos los cofrades, rescatando una fragancia que huele a primavera y que, por momentos, nos lleva a la Semana Santa con sólo cerrar los ojos mientras la disfrutamos. Y es que el azahar ha vuelto a visitarnos cuando nadie lo esperaba, ayudado por esas lluvias que tantísimo maldecimos cuando esta flor campa a sus anchas por las copas de los naranjos y que ahora, a casi cuatro meses del Domingo de Ramos, acogemos con la esperanza de que no vuelvan a aparecer cuando las calles se llenen de túnicas y capirotes. Se trata de la metáfora más perfecta de nuestras ganas porque el tiempo pase rápido, llevándonos de la mano al momento en el que la capital hispalense recupere sus latidos.

Se ve que ni los árboles pueden esperar más y parecen estar dispuestos a poner de su mano para acelerar un calendario al que cada vez le quedan menos hojas y que ya sabe que su relevo está a punto de tomar posiciones debajo de él a la espera de poder estrenarse. Hasta que eso ocurra, los caprichos del tiempo han regalado a noviembre el olor más sevillano que puede conocerse; ese que ya busca volutas de incienso con las que mezclarse y embriagar cada partícula de aire de la ciudad. Probablemente, su estancia entre nosotros será breve, pero en el camino nos habrá paliado, y de qué manera, los efectos de una espera que, en momentos así, parece que vuela. Porque cada vez falta menos para ver la primera cruz de guía. Y eso lo saben ya hasta unos naranjos que no pueden retener sus ganas de que florezca el azahar.

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