jueves, 4 de abril de 2013

Detalles Semana Santa 2013 (III): El Jueves Santo que recuperamos

Dicen que "hay tres jueves en el año que relucen más que el sol", aunque en Sevilla, uno de ellos, el Jueves Santo, no había podido hacerlo en los últimos dos años. Quizás por eso, y teniendo en cuenta su capital importancia en la ciudad, todo ha conjugado en este 2013 para poder recuperarlo del ostracismo. De hecho, la valentía de San Pablo el Lunes Santo, desafiando a los partes meteorológicos, invitó a pensar que este año podría ser distinto para las corporaciones que llevaban sin salir desde 2010 y aunque otro Martes Santo en blanco hacía presagiar que el gafe también podría continuar, los partes hacían guiños a la jornada, indicando que esta vez las mantillas podrían meterse en bullas más allá de las colas de los templos.

Y vaya si lo hicieron. El día amaneció radiante, soleadísimo y con un ambiente tremendamente optimista. Cierto es que con el paso de las horas las nubes fueron ganando terreno, aunque, a diferencia de lo que ocurrió el Domingo de Ramos, sin derramarse sobre nuestras cabezas a modo de aguacero. Así, el gentío tomó las calles, acompañando cada segundo a las siete corporaciones. Nadie quiso perderse detalle de la originalidad de las flores de los dos pasos de Los Negritos, o del imponente misterio de La Exaltación, de la elegancia de raso morado de Las Cigarreras, del sabor a calle Feria de Montesión, del estreno de las mujeres en las filas de La Quinta Angustia, del clacisismo de El Valle o de la música en el palio de la Merced de Pasión. No faltó de nada, ni siquiera los retrasos, que llevaron a que todo, ya fuese por los Oficios o por la amenaza de agua, se dilatase una hora más de lo previsto.

Poco o nada importó, como tampoco las pocas gotas que osaron hacer acto de presencia a primera hora de la noche y que, en cualquier caso, sí provocaron que el miedo se nos colase en el cuerpo a modo de escalofrío. Todo quedó en un susto, en mera anécdota de un Jueves Santo que por fin hemos podido paladear y recuperar, esperando que se quede con nosotros para siempre y que, a ser posible, a partir del año que viene traiga de la mano a sus hermanos del Martes Santo y el Viernes Santo. Falta nos hace, pero, de momento, debemos quedarnos con el buen sabor de boca que nos ha dejado esta avanzadilla de esos días grandes que tienen que volver a nosotros, pemitiéndonos sentir de nuevo todo aquello que las nubes, en los últimos años, nos han negado.

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