sábado, 6 de abril de 2013

Detalles Semana Santa 2013 (V): La noche en la que el Gran Poder desafió al agua

Primeros instantes de la pasada Madrugá. Mientras el Jueves Santo se resiste a dejarnos y La Macarena pone su cruz de guía en la calle, una noticia sacude a todos desde San Lorenzo: el cabildo de oficiales se encontraba reunida, dilucidando si la hermandad de El Gran Poder hacía o no estación de penitencia. Según los partes que manejaba la junta de gobierno que preside José Félix Ríos, se esperaba agua a partir de las 6-7 de la mañana, razón por la cual había preocupación en la basílica del Señor de Sevilla. Al final, se optó por salir, aunque en contra de lo que dictaminaba la lógica de la cofradía, siempre reticente a exponer su cortejo a cualquier riesgo meteorológico. "En condiciones normales, no habríamos salido, pero esta noche la ciudad necesita al Gran Poder", así justificó el hermano mayor la decisión, anunciando, de paso, que se intentaría entrar una hora antes, justo coincidiendo con el amanecer.

Así, la obra maestra de Juan de Mesa se paseó por la capital hispalense con su inconfundible zancada larga, evangelizando cada centímetro de su recorrido, dando consuelo a todo aquel que se lo pedía. Mientras, el cielo se iba enrojeciendo por momentos, y no sólo por ver andar a Dios por la capital hispalense, sino también presagiando un aguacero procedente de Portugal y que ya se había dejado sentir en Huelva. Entre tanto, sus hermanos hacían un titánico esfuerzo por recortarle tiempo al reloj, intentando llegar cuanto antes a San Lorenzo, pero no pudo ser. La masificación de túnicas y capirotes impidió que la cofradía pudiese pasar rápido por la calle Gravina, con lo que se tuvo que conformar con cumplir el horario que aparecía en todos los programas de mano.

De este modo, y coincidiendo con el amanecer, el Señor llegó a su plaza, donde las nubes rebosaron y comenzaron a derramarse sobre Él, algo que no osaban hacer desde aquella Madrugá de 1995 que quedó para siempre teñida de Verde Esperanza (recuérdalo aquí). Se habían encabezonado en acaparar protagonismo o, quizás, tan sólo querían acariciar la cara del Dios de la ciudad. Sea como fuere, las gotas no tuvieron demasiadas opciones de hacerlo, ya que el paso aceleró el ritmo y entró corriendo, sin darse la vuelta y despedirse de un pueblo al que no quiso dejar sin su presencia en la noche más mágica de todas, desbaratando cualquier tabú o pronóstico. Porque esta Madrugá que arrancó con la ilusión por bandera y acabó entre paraguas será recordada siempre, más allá de lo que le pasó a otras corporaciones más acostumbradas, tristemente, a mojarse, por ser aquella en la que el Gran Poder desafió al agua.

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