domingo, 14 de abril de 2013

Entre todos la matamos..

En las últimas dos semanas se está hablando muchísimo de un video realizado por el programa 'Así nos va', de La Sexta, en la que se ridiculiza a nuestra Semana Santa. La pieza, en la que se recrea a un periodista alemán haciendo un reportaje sobre nuestra fiesta grande, se limita a desarrollar toda una retahíla de tópicos y ataques a Sevilla, llegando a reírse no sólo de la cultura hispalense, sino también de personas de edad avanzada o de perfil social y cultural medio-bajo. Un ataque despiadado e injustificable que, más allá de unas disculpas de la copresentadora del espacio, Anna Simón, por Twitter no ha tenido mayores visos de querer subsanarse, mientras la red hervía, con razón, en contra de esta iniciativa supuestamente cómica cuya gracia brilla por su ausencia.

No obstante, y sin ánimo de restar importancia a esta barrabasada contra Andalucía (una más de tantas que, desgraciadamente, nos llegan desde Despeñaperros hacia arriba), todo esto debería hacernos reflexionar sobre el rumbo que estamos tomando. Sobre todo, porque hay comportamientos en el propio video que deberían ser absolutamente censurables y que ya vemos como normales. Porque, por ejemplo, ¿qué hace un nazareno de San Gonzalo hablando en cámara? ¿acaso las reglas de todas las hermandades no exigen que mientras se tenga la túnica puesta no se debe hablar con nadie? y encima alude a que un penitente que está junto a él está de penitencia ¿no se llama precisamente así, estación de penitencia lo que se supone que va a hacer él también? ¿no se entiende que esta empieza en cuanto se sale de casa rumbo al templo? Desgraciadamente, se ve que no, porque hoy día importa más salir de nazareno que serlo (ya hablamos sobre ello aquí).

Porque, más allá de reportajes hirientes, estamos haciendo un flaco favor a nuestra Semana Santa permitiendo cosas así que, afortunadamente, no captan las cámaras. Este año, sin ir más lejos, se han visto a nazarenos no ya fuera de sus cortejos (incluso dentro con móviles o haciendo manitas con sus novios/as), sino haciendo compras en establecimientos (sin quitarse ni la túnica ni el capirote), montándose en columpios o comiendo, como un espectador más, a la espera de que llegue su hermandad a un punto determinado para verla ¿No imponen las reglas que en caso de no poder acabar la estación de penitencia se debe volver a casa rápidamente y por el camino más corto? ¿Qué hacen allí? Por no hablar de clásicos como los que van en moto o, incluso, quienes aprovechan tener a algún famoso cerca para hacerse una foto con él. ¿Qué sentido tiene eso? ¿Queremos respeto cuando estamos convirtiendo esto en un auténtico carnaval nosotros mismos?

Y esto sería extensible a otros ámbitos, como el de los costaleros. No en vano, la pasada Semana Santa, además de ser pasarela de costales vistosos y casi inverosímiles, encumbró a un nuevo personaje, el 'Petaito de Montesión', alguien que se exhibió como otros tantos pero luciendo quizás más palmito, con una exigua camiseta de tirantas que dejaba al descubierto su cuerpo cincelado a base de gimnasios. Pero, es más, a los pocos días se le hizo una cuenta en Twitter y su perfil contaba por centenares a los seguidores. Inaudito. Una vez más, el postureo no sólo tiene premio, sino que encima obtiene una repercusión que únicamente debería tener como ejemplo de lo que no se debe hacer.

Con todo ello, queda claro que esto se nos ha ido de las manos y que, sin duda, los ataques que llegan desde fuera no deben ser los que más nos preocupen, ya que pese a dolernos demasiado han existido siempre y lo seguirán haciendo, sobre todo en estos días en los que la incultura y tirar de estereotipos manidos resulta tan celebrado. Debemos darnos cuenta de la viga que tenemos en nuestro ojo, paliando el daño irremediable que estamos haciéndole a nuestra Semana Santa. Y es que el video de La Sexta es absolutamente deleznable, sin paliativos, pero lo triste es que la realidad, en muchos casos, supera a la ficción y que, sin duda, nos hemos equivocado de camino, algo de lo que puede que no nos demos cuenta hasta dentro de unos años, cuando digamos eso de "hay que ver que ella solita se ha muerto, aunque entre todos la matamos".

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