jueves, 23 de febrero de 2012

Los primeros compases

Ayer, Sevilla estrenó una nueva Cuaresma como Dios manda, impregnándose de ambiente de cofradías. Primero, respetando, sobre todo por parte de los mayores, la tradición de la imposición de la ceniza, esa que cada año nos recuerda una de las grandes realidades de nuestra existencia: que por mucho que hagamos o tengamos en este mundo, a fin de cuentas, polvo somos y en polvo nos habremos de convertir. De este modo, y partiendo de esa frase lapidaria, muchos comenzaron esa fase final de la espera cargada de reflexión y, ya por la tarde noche, también de aires capillitas.

Sobre todo en La Trinidad, donde el Señor de las Cinco Llagas paseó en Vía Crucis por las calles de la feligresía, visitando puntos emblemáticos de la zona como la casa natal de Santa Ángela (el actual beaterio), los conventos de Santa Paula, las Siervas de María, Santa Isabel, el Socorro y Santa María del Valle, así como también los templos de Los Servitas, San Marcos, San Román y Los Gitanos. Todo, acompañado por las voces de la Escolanía de María Auxiliadora y una meteorología que muchísimos desearíamos que se repitiese dentro de 39 días: con fresquito, pero sin una sóla nube en el cielo.

Fue el pistoletazo de salida a 40 jornadas irrepetibles para la ciudad, que poco a poco irá despertando de su letargo hasta que resuenen con fuerza los tambores y las cornetas anunciando una invasión de túnicas y capirotes. Ayer fue sólo el inicio, pero queda por delante un sinfín de cultos externos e internos que nos permitirán ir paladeando a cucharadas lo que aún está por llegar y no queremos del todo que venga por temor a que se vaya. Porque el estado natural del cofrade es la espera. Y qué mejor escenario para confirmarlo que la Cuaresma.

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