lunes, 14 de febrero de 2011

Amor con aroma a incienso

Me enamoré de ti siendo pequeño, entre sones de Centuria en la explanada de albero de un viejo hospital que hoy es Parlamento; entre días de juego con estampitas con las que soñaba disfrutarte cada día del año; entre posters que adornaban las paredes de mi habitación, convirtiéndola en mi particular casa hermandad. No fui de los que aprendió a quererte bajo una túnica de nazareno, ni correteando por la rampa del Salvador. Lo mío fue diferente, puesto que pese a paladearte a cuentagotas, en jornadas sueltas y durante sólo un ratito, caí para siempre preso de tu veneno.

Quizás por eso, cuando el paso de los años me lo permitió, puse de mi parte para poder verte más allá de lo que podían ofrecerme. Primero, haciéndome fijo la esquina de Santiago con Almirante Apodaca; después, extendiendo mi radio de influencia al Duque, para, posteriormente, derribar todas las fronteras de calles y horarios para poder disfrutarte cada día como si no hubiera mañana. Y tú me lo recompensaste, regalándome dos jornadas más antes de que el centro se llenase de incienso y azahar, con los barrios como escenario y el bonobús como mi más fiel aliado.

Y así, entre bullas, pasos, cornetas y tambores, han ido pasando los años, con sus alegrías, muchísimas, pero también con sus momentos amargos. De hecho jamás olvidaré que durante los días en los que me visitas se me fueron mis abuelos a ese palco en el que todo se ve, pero que está demasiado alto. Pero, a pesar de ello, te sigo queriendo con locura, llegando a ser incapaz de imaginarme esta ciudad sin ti, esperándote como un perrito faldero cada año, con el ansia de que llegues para disfrutarte, pero la desazón de ver que, una vez que estás aquí, poco a poco te me vas marchando. Aunque sé que siempre vuelves, de la misma manera, aunque siempre siendo capaz de mostrarte diferente.

Porque yo soy de los que cuenta los calendarios según vienes, de aquellos a los que la lluvia les parte el alma porque sabe que tú no entiendes de hacer las cosas bajo techado. Alguien que sabe que contigo la gloria pasea por Sevilla y se puede tocar el Cielo con las manos. Por eso, en apenas un par de meses no faltaré a mi cita contigo y ahí estaré, dispuesto a dejarme envolver por tu magia, a soñar despierto envelesado con tus encantos. Seguramente, no seré yo quien más te quiere, pero ten por seguro que, a pesar de que hay muchos más, ninguno será capaz jamás de quererte como yo.

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