martes, 16 de octubre de 2012

Palos a las más débiles

Que de un tiempo a esta parte están proliferando a marchas forzadas las asociaciones cofrades, tradicionalmente denominadas por muchos como las 'Ilegales', está fuera de toda duda. Tanto es así que, incluso, en los últimos tiempos estas se han llegado a organizar formando una Federación que hace las veces de Consejo (recuérdalo aquí), dejando así a un lado las críticas que llegaban desde sectores puristas, que califican su acción como "jugar a los pasitos" sin seguir ningún tipo de cánon o norma prestablecida. Y es que, aunque aquí deberíamos estar ya acostumbrados a este tipo de procesiones, que en muchos casos han servido de gérmen de nuevas corporaciones (Pino Montano, El Sol o San Pablo, por citar sólo tres ejemplos), pero contra las que se carga por no llevar a sus espaldas siglos de historia.

Llama poderosamente la atención cómo se echan las manos a la cabeza algunos 'gurús' de la información cofrade a la hora de aludir a salidas como las del Señor de la Clemencia de Triana (al que califican como "un Resucitado con olivo") o al Señor de la Abnegación de San Bernardo, mientras que, por ejemplo, pasan de puntillas por procesiones de la misma índole como la de la Virgen de Pasión de Las Lágrimas de Pío XII, que paseó bajo palio y saliendo desde un templo gracias a la colaboración de la Federación. Por tanto, todo hace indicar que puede que se quedasen sin saber de qué hablar a estas alturas del año y optasen por dar palos como siempre, a los más débiles.

De nuevo, el purismo que basa su idea en el "todo está inventado ya" saca las garras ante algo nuevo pero que bebe, innegablemente, de la tradición. Olvidan que una cofradía no es sólo un reclamo religioso, sino una seña de identidad, un elemento etnográfico y socializador sin el que, prácticamente, un barrio no puede vivir. Si a eso unimos la afición que existe por estos lares y que la ciudad continúa creciendo, la ecuación sale sóla, salvo para aquellos que se quedaron anclados en el siglo XX o incluso antes. Quién sabe, quizás dentro de unas décadas el Señor de la Clemencia, que lleva años saliendo en otoño y consolidándose poco a poco, o el de la Abnegación, que viene de una de las Cruces de Mayo más señeras de la ciudad, se conviertan en dos corporaciones más e, incluso, referentes. Puede que entonces, muchos de los que hoy los critican cambien de opinión, siguiendo esa tradición tan sevillana de tirar la piedra y esconder la mano.

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