martes, 10 de julio de 2012

Y llueve sobre mojado

Que en una ciudad como Sevilla, en la que la religiosidad tiene tanta importancia, haya muchos templos dejados casi de la mano de Dios resulta tan raro como tristemente habitual. Y ya no sólo por casos paradigmáticos como el de Santa Catalina (recuérdalo aquí), sino por otros quizás menos conocidos como el de Santa María la Blanca, cuyas puertas llevan cerradas desde hace más de dos años, concretamente desde el Domingo de Resurrección de 2010, cuando pasó a ser el escenario de numerosas obras.

Las más importantes, que comprendían la sustitución de las cubiertas y el arreglo de las humedades, ya está finalizadas, pero aún queda más por delante. No en vano, resulta prácticamente imprescindible restaurar el suelo y los azulejos de la iglesia, algo para lo que no hay ayudas ni presupuesto. Por ello, el párroco ha comenzado a moverse, logrando un presupuesto por valor de 300.000 euros del que alrededor de 140.000 serán financiados mediante un préstamo bancario. El resto, lo está intentando recaudar a base de donativos de los feligreses, habiendo llegado ya a unos 50.000 euros. Todo para que, a ser posible, el templo pueda reabrirse al culto antes de final de año.

Pero, una iglesia que ha sido antes mezquita y sinagoga, y que, incluso, destaca por ser de las que cuenta con una decoración interior de las más ricas y características de la ciudad, ¿no debería financiar sus arreglos con gasto público? Porque vale que España sea un estado aconfesional, aunque ¿qué pasa con la importancia patrimonial de este templo? Seguro que a los políticos les faltará tiempo después para hacerse la foto cuando, ojalá que siguiendo los plazos esperados, se reabra el templo, a pesar de que durante el tiempo de las obras han estado mirando para otro lado. La lástima no es que sea un caso puntual, sino que, una vez más y sin saber ya muy bien cuantas van, llueve sobre mojado.

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