lunes, 18 de febrero de 2013

El esperpento hecho 'Lía Crucis'

Defintivamente, el Vía Crucis Magno terminó estallándole en las manos a sus precursores, el Arzobispado y el Consejo. No en vano, ambos propiciaron que tuviese lugar una mañana esperpéntica en clave cofrade y que, lo peor de todo, muchos llevábamos barruntando desde hace tiempo. Sobre todo, porque una cosa es la teoría, que puede estar tremendamente clarita y aceptada de manera unánime, y otra bien diferente la práctica, donde las reacciones resultan mucho más difíciles de controlar. En este sentido, el primer gran error fue no imponer la suspensión del acto, ya fuese la tarde previa o la misma mañana del mismo, dejándolo todo en manos de las hermandades. Como durante todos estos meses, volvieron a pasarle el marrón a otros para que ellos se buscasen la vida.

Y lo cierto es que pronto hubo consenso. Montserrat, San Gonzalo, Gran Poder, Santo Entierro y Cachorro dijeron que no a la salida y, como estaba previsto en las normas del evento, este se suspendió. Pese a ello, se abrió una nueva vía, en la que el Señor Cautivo ante Pilatos de Torreblanca sería el gran protagonista. La corporación de Vísperas había mostrado su disponibilidad a ir en solitario a la Catedral y presidir allí el Vía Crucis. Sin embargo, el esperpento fue tomando forma a partir de ahí. Ya no tanto por la hermandad del Sábado de Pasión, que se mantuvo a la espera de una respuesta, sino por todo lo que vino. Muchas juntas de gobierno montaron en cólera por la situación, intentando bloquear su salida, mientras que Montesión anunció que saldría a su plaza, Las Siete Palabras su intención de ir al Museo e, incluso, se llegó a decir que El Carmen quería apuntarse a esta dinámica.

Entre tanto, el Consejo, intentando desbloquear la situación, pasó la 'patata caliente' a Palacio, mientras en Santa Marina se llegó a dar por hecha la salida, ya fuese con destino a la Catedral o sólo por el barrio del Pumarejo. Así, fueron pasando las horas sin que el Arzobispado dijese esta boca es mía, pensando, quizás, que las aguas volverían a su cauce sólas, sin necesidad de su intervención. Pero ocurrió justo al contrario, hasta el punto de que desde Virgen de los Reyes tuvieron que pronunciarse para suspenderlo todo, a excepción de la 'minisalida' de Montesión, que ya había optado por no hacerla en previsión de que saliese Torreblanca, que apenas se contentó con asomarse a la plaza de Santa Marina para rezar una oración. Para entonces, las redes sociales ya eran un hervidero de ataques cruzados entre cofrades, de rumores, dimes y diretes que sólo sirvieron para hacer daño al mundo capilleril.

Al final, ocurrió lo que estaba previsto si llovía: el Vía Crucis se realizó en el interior de la Seo y sin pasos. Aunque todo salpicado de muchísima más polémica de lo previsto y con la sensación generalizada de que la cosa se podría haber evitado. De hecho, es probable que con otras personas dirigiendo los destinos de las cofradías en la capital hispalense no hubiese tenido lugar este esperpento que, en cualquier caso, ha vuelto a dejar clara la ineptitud de aquellos que deben llevar esto a buen puerto. Sevilla les queda no grande, sino enorme. La lástima es que después del espectáculo de este 'Lía Crucis' nadie vaya a depurar responsabilidades, aunque después de este esperpento sólo quede echarnos las manos a la cabeza y preguntarnos: ¿pero en manos de quiénes estamos?

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