viernes, 25 de abril de 2014

Detalles Semana Santa 2014 (IV): Perdidos en el artificio

Decía en su pregón Francisco Berjano que había que volver a la esencia de la Semana Santa, dejando a un lado el brillo de las canastillas, el olor del incienso y la magnificencia de los bordados. Defendía, igual que hace su hermandad de la Vera+Cruz, que había que rescatar el sentido original de esta fiesta, que había ido perdiendo importancia de manera progresiva durante los últimos tiempos en favor de la espectacularización y el folclore. Y esto, unido a la endémica falta de educación y civismo que cada día se deja notar más en nuestra sociedad ha llevado a que en las calles hispalenses se den situaciones absolutamente censurables y que han hecho que muchos nos llevemos las manos a la cabeza.

La mayoría ha centrado sus quejas en el uso de las sillitas de los chinos en las bullas, alegando que provocan inseguridad a la hora de pasar o evacuar las calles. Un elemento sobre el que existe una normativa desde 2008 que da potestad a la policía para sancionar a quien lo utilice indebidamente, pero que, pese a ello, ha ido ganando presencia en la vieja Híspalis a pasos agigantados hasta llegar a la situación actual. Sea como fuere, el problema no es la silla, sino su dueño, que por el mero hecho de ponerla en un determinado sitio ya cree que es suyo y comienza a imponer restricciones que ni siquiera el Ayuntamiento es capaz de dictar. En definitiva, un problema de educación que se manifiesta mientras tanto el Cecop como los diferentes cuerpos de seguridad hacen la vista gorda. Unos por otros y la casa siempre sin barrer.

Pero, desgraciadamente, hay más. Por ejemplo, también está el aumento de niñateo, que ya no solo se hace presente por la noche, sino a plena luz del día. Así, no es de extrañar que se produzcan lamentables escenas como la de la agresión a una persona mayor en la puerta de San Esteban, un reflejo más de que el respeto brilla por su ausencia en la sociedad actual, donde el menor se ve inmune ante cualquier castigo por el mero hecho de que existe una ley distorsionada que avala cualquiera de sus caprichos. De hecho, ¿cuántos años llevamos viendo botellones en la Madrugá y éstos no solo no acaban sino que se repiten y crecen? Se da la imagen de que todo vale, no hay castigos y así nos vemos.

De este modo, el público es cada vez más cateto y pobre intelectualmente hablando. Basta para ello recordar los pitos que recibió el misterio de San Gonzalo a la altura de la Punta del Diamante por ir a tambor cuando tenía que recuperar tiempo. ¿Sabrán esos personajes que mostraron su desencanto que esto, aunque a veces lo parezca, no es ningún espectáculo? Y, lo que es más, a esos costaleros que decidieron echar más leña al fuego cambiando el paso para pedir marchas, ¿nadie les va a llamar la atención? ¿dónde quedó la cordura? Por no hablar de saetas de dudoso gusto como la salve de Joanna Jiménez a la Virgen de Guadalupe en Campana (muchos aún le buscamos la explicación) o la que esta propia artista interpretó a los sones de Margot en la recta final del itinerario de El Sol (¿cosas así a una hermandad de ruán? ¿en serio?). Se olvida que no todo vale y que, incluso, se está acabando con atmósferas tan únicas y bellas como la de la entrada de La Soledad de San Lorenzo, donde el encabezonamiento de algunos por querer cantar la última saeta de la Semana Santa emborrona todo causando estragos.

Mención aparte merecen los esperpentos protagonizados por los nazarenos. Muchos han convertido la túnica en un mero disfraz, banalizando su uso y pensando que solo con vestirla ya vale cualquier cosa. En esta Semana Santa hemos visto de todo: penitentes dejando sus cruces a novias y amigos, sentados en sillas, acompañados de su hijo vestidos de la misma guisa, nazarenos whatsapeando sin rubor durante el recorrido, comprando en hamburgueserías, viendo su cofradía desde fuera o descansando destocados en calles adyacentes, posando junto a famosos de segunda fila o prestando sus antifaces y capirotes a éstos para que se hagan fotografías de dudoso gusto... y todo sin que vayan a recibir tirones de orejas o sanciones por parte de sus corporaciones, puesto que en la mayoría de los casos las juntas de gobierno ven a estas como empresas que buscan el beneficio económico y no como lo que originariamente son: asociaciones que buscan dar testimonio público de fe.

Queda clarísimo, por tanto, que se ha perdido el norte en muchísimos aspectos en esta Semana Santa en la que reina la necesidad de captar el instante a través de cámaras y smart phones, pero en la que se diluye su esencia por falta de criterio. Se confunde una procesión con un espectáculo y ser nazarenos con, simplemente, salir como tal. Cierto es que sin alguien que imponga cordura va a ser imposible parar esta degradación de nuestros días grandes, porque mientras algunos se centran solo en el tema de las sillitas de los chinos, al que no hay que quitar ni la más mínima importancia, éso solo es la punta del iceberg de unos días grandes durante los que cada vez gana más peso el artificio, perdiendo de vista la esencia que siempre se debe mantener y cuidar.

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