viernes, 18 de abril de 2014

El sueño de los despiertos

Hoy, Sevilla no duerme, pero vive por sus calles el mejor sueño posible: su Madrugá. Una noche mágica que la propia ciudad habrá ido presagiando durante todo el día, primero con las colas en los templos y más tarde, ya con el Jueves Santo en funcionamiento, con esa Centuria Romana que irá de ronda por el corazón de la vieja Híspalis. Todo hasta que las emociones de desborden junto al Arco, donde precediendo a ese mar de plumas blancas y corazas Jesús vea cómo intentan leer su Sentencia, un dictamen conocido por todos, pero que no se atreve a salir de la garganta de quien tiene ante sí el texto que lo expone, temiendo quizás las represalias de ese batallón que pese a sus armaduras daría la vida por Él. O puede que también sea por no provocar más lágrimas que besen el rostro de su Madre, que tiñe de Verde Esperanza hasta el aire con su sola presencia, Reina de Gil y, sobre todo, Macarena.

Mientras, San Lorenzo se quedará solo a la luz de la luna para convertirse en Jerusalén. No en vano, por sus calles andará Dios, tal y como lo soñó Juan de Mesa y con el paso de los siglos hizo suyo nuestra ciudad. Caminará con la zancada larga y decidida, pues no le pesará ni el peso del madero ni el de nuestros pecados. Ese es su Gran Poder, el que cabe en su mirada humilde aceptando el castigo para el que vino al mundo y que lo convirtió en eje vertebral de la religiosidad popular. Una imagen que deja en un segundo plano a ese magnífico canasto que todo el mundo ve, pero al que nadie mira, así como también al palio de cajón de su Virgen del Mayor Dolor y Traspaso, la misma que entre susurros dialoga con San Juan, el discípulo amado, pensando que su Hijo hace de Sevilla un trozo de cielo a partir de la una de la mañana del Viernes Santo.

Entre tanto, solo las saetas se atreverán a romper El Silencio en San Antonio Abad. Será al paso de la 'Madre y Maestra', ésa que que enseñó a la vieja Híspalis cómo debía ser la Semana Santa, ejemplo de puesta en escena en la calle y que merece ser no vista, sino disfrutada desde la cruz de guía hasta el último monaguillo. Una corporación que ni siquiera profiere una palabra para pedir la venia en la Carrera Oficial, haciéndolo por escrito, y que entre reflejos de carey y plata agasaja con música de capilla a ese Nazareno que no carga con la cruz, sino que la abraza, aceptando sin reparos su designio. Él servirá de preludio a esa obra cumbre de la orfebrería que es el palio de su Madre de la Concepción, de aires venecianos, pero que embriagará a su paso con el olor de la fragancia más sevillana, la flor de azahar.

También entiende de cómo cambiar la densidad del aire en Los Gitanos, llenándolo de canela y clavo. Un aroma que aunará devociones de calés y payos a la vera de los Jardines del Valle. Allí hasta Machado se hará presente a los sones de La Saeta, que pondrá los vellos de punta al tiempo que inicie su andar, plagado de sentimiento, el Señor de la Salud, al que no le faltarán voluntarios para aliviarle la carga sirviéndole como cirineo. Después llegará la Virgen de las Angustias, elegante y entre sones que aúnan lo clásico con lo flamenco, tal y como mandan los cánones de una corporación que dejó de ser errante hace 15 años, pero a la que seguro que siguen echando de menos por San Román, que volverá a verla de pasada.

Por su parte, la Magdalena se teñirá de ruán negro. El de esa hermandad que pasa casi desapercibida en esta noche tan grande, pero que merece la pena descubrir. Y no solo por la solemnidad y recogimiento de su cortejo, sino también por la belleza y fotogenia del Señor del Calvario, enmarcado a la perfección entre hachones, caoba y plata, evocando a ese Cristo de la Clemencia que gubió Martínez Montañés para la Catedral. Además, como broche de oro a la cofradía irá la Virgen de la Presentación, bonita como pocas, aunque también humilde, sin querer acaparar protagonismo, pero quedándose con los corazones de aquellos que se quedan embelesados al verla pasar en su palio de cajón.

Y en Triana, explosión de arte, devoción y sentimiento en la antigua calle larga. Ésa que será más marinera que nunca para que navegue sobre un auténtica marea humana el 'barco' del Señor de las Tres Caídas, avanzando entre izquierdazos y recreándose en cada metro de su recorrido como solo su cuadrilla sabe hacer. A ello ayudará la perfecta simbiosis que existe con su banda, así como las señas de identidad propia de esta orilla de la ciudad, que no escatimará en piropos, peticiones y cariño hacia su Madre de la Esperanza, la misma que, si todo va bien, se encargará de cerrar la jornada cuando ya esté bien entrada la tarde. Porque hoy Sevilla no duerme, quizás porque es tan bonito el sueño que no quiere que nadie la despierte.

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