martes, 15 de abril de 2014

Hoy sí

Sevilla no puede aguantarse más sus ganas de Martes Santo. Lleva 1477 días esperando reencontrarse con él, desde que aquel 30 de marzo de 2010 viviese el último completo. A partir de entonces, todo ha sido una sucesión de cabildos, lluvias y decepciones en la que lo único que los cofrades pudieron llevarse a la boca fue un ratito en la calle junto al misterio de La Bofetá en 2011 o los traslados a su capilla de los pasos de Los Estudiantes. Lo demás, visitas a templos que estaban llenos a rebosar, conscientes de que, si las nubes hubiesen querido, deberían haber estado cerrados a cal y canto, esperando regresos que nunca tuvieron lugar.

Pero hoy es diferente. De este 15 de abril no debe pasar que la vieja Híspalis recupere la tercera jornada de su Semana Santa oficial, esa que arranca a primera hora con sabor a barrio en El Cerro, donde conmemoran su XXV Aniversario saliendo camino de la Catedral. Una locura que con el tiempo ha quedado confirmado que no lo era tanto y que ha regalado a la ciudad una hermandad que año tras año demuestra que la juventud no está reñida con saber hacer las cosas. Gran parte de culpa la tiene el Señor del Desamparo y Abandono, que por fin verá su canastilla terminada, mezclando la caoba y la plata tal y como exponía el proyecto inicial. Detrás, la Virgen de los Dolores, santo y seña, Madre y Protectora de los vecinos de este punto de la capital andaluza que viven por y para este día.

Ya cuando la tarde caiga, será el momento de los milagros en la antigua calle Águilas. Allí, entre un manto de capirotes y capas azules, la física y la geometría quedarán derrotadas por dos cuadrillas de costaleros, las de San Esteban. Ellas serán las encargadas de salvar la ojiva dentada que abraza al misterio del Señor de la Salud y Buen Viaje. Pero también de desafiar toda la oposición que ésta oponga a la salida de uno de los grandes tesoros que guarda en sus entrañas, el palio de la Virgen de los Desamparados. Y todo con Sevilla conteniendo el aliento, midiendo al milímetro cada avance, como si fuese prácticamente un parto.

No en vano, poco a poco se estará dando a luz un nuevo Martes Santo que vendrá impregnado de recogimiento y ruán negro en la calle Feria. Será para acompañar a la hermandad de Los Javieres, provocando el silencio junto al Cristo de las Almas, que se encuentra eternamente a las puertas de dormir el sueño de los justos. Después, entre sones gaditanos que llegan desde la desembocadura del Guadalquivir, paseará la Virgen de Gracia y Amparo, elegante y clásica, sobre todo en cuanto el sol se filtre entre sus varales, confirmándole que esta vez no va a faltar a esa cita en la que llevábamos tanto tiempo esperándole.

También se hará presente el astro rey en el Rectorado, donde Los Estudiantes ejercerán su magisterio sin necesidad de aulas, ya que les basta recorrer el corazón de la ciudad. Así, la figura dulce y durmiente del Señor de la Buena Muerte volverá a hacernos reflexionar sobre lo efímero de la vida, en torno a cómo el mejor de los nacidos entregó la suya para redimir nuestros pecados. Mientras, esa auténtica obra de arte de bordados y plata que es el palio de la Virgen de la Angustia ejercerá de museo andante, dejando con la boca abierta a muchos, incapaces de comprender cómo tantísima belleza cabe en un solo paso.

Y en La Calzá, el éxtasis entre túnicas, capas y antifaces de terciopelo morado. Primero, con ese misterio que anda como nadie, con cambios medidos y en perfecta simbiosis con su banda, donde destaca la imponente figura del Señor de la Presentación y hasta se le coge cariño a Pilatos. Luego, a los pies de un Crucificado de la Sangre que pese a ser el más joven de los titulares de esta corporación ha sabido recoger la centenaria historia de su advocación, paseándola por Sevilla cada Martes Santo. Finalmente, una Virgen de la Encarnación que no se sabe bien si llora de tristeza o alegría, capaz de levantar tantísima devoción como para ser a la vez la 'Palomita de Triana' y la 'Reina de San Benito'.

Entre tanto, la collación de San Nicolás lucirá sus mejores galas para reencontrarse con su hermandad, La Candelaria. De este modo, verá cómo sus principales puntos son recorridos por un mar blanco que precede al Señor de la Salud, ese Nazareno de talla completa con un tamaño menor al habitual, aunque con una trayectoria tan dilatada que si hablase podría decirnos mejor que nadie cómo ha evolucionado y cambiado esta fiesta. Pendiente de Él pese a estar a distancia estará esa Virgen de la Candelaria que, probablemente, bien hubiese querido pintar Murillo entre sus innumerables Inmaculadas, y que, tanto para la alegría del artista como de la propia Sevilla, completa el mejor cuadro posible cuando se pasa por los jardines cuando ya está bien entrada la madrugada.

Para entonces Jesús será abofeteado en San Lorenzo, teniendo como testigos no solo a Anás, sino a todo un mar de cabezas que, probablemente, habrían evitado la escena si esta hubiese tenido lugar en nuestros días. Todo impregnado por armoniosos sones de cornetas y tambores, precediendo a una Virgen del Dulce Nombre que contará a San Juan la alegría que siente por verse de nuevo en la calle, entre flashes, oraciones y bullas, viendo como también más de uno y más de dos le recuerdan que, por más tiempo que pase, Ella siempre será 'la Gracia de Sevilla bajo palio'.

Finalmente, luto y silencio por Mateos Gago. El que despierta el cortejo de Santa Cruz, que hoy por fin volverá atrás en el tiempo y buscará la Carrera Oficial por el Salvador. Quizás ahí pueda estar la solución a una jornada complicada, algo de lo que es consciente el Señor de las Misericordias, que ante la atenta mirada de la Virgen de la Antigua también otea el cielo para confirmar que no hay nubes que puedan emborronar esta jornada. Por si acaso, y pese a atisbar solo la gloria de su paso, también hará lo mismo su Madre de los Dolores, que podrá respirar tranquila como todos los cofrades hispalenses. Porque, aunque se ha esperado demasiado, hoy por fin se pone fin a tanto tiempo de decepciones y malos ratos. Hoy, después de más de cuatro años, Sevilla recupera su Martes Santo.

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