martes, 1 de abril de 2014

Motivos para la esperanza

Después de tres Semanas Santas consecutivas marcadas por la lluvia (cuatro si contamos también la de 2010 y su lluvioso Lunes Santo), no hay cofrade que a menos de dos semanas no esté ya pendiente de los pronósticos del tiempo. En este sentido, todas las esperanzas están puestas en que las nubes plomizas y cargadas de agua se tomen vacaciones desde el Viernes de Dolores al Domingo de Resurrección, un deseo que, a priori, parece factible. No en vano, los primeros modelos generales, todavía inexactos, avanzan que este mes de abril que hoy inauguramos será especialmente seco en el sur, por lo que no sería descartable que el sol, y no solo la hermandad, pudiese ser protagonista de los días grandes.

Es más, las predicciones que ya se están barajando resultan bastante halagüeñas. No tanto en lo que respecta a las Vísperas, en las que se espera algo de inestabilidad tanto el Viernes de Dolores como el Sábado de Pasión, si bien se intuye que, sobre todo en la segunda jornada, la situación tiende a normalizarse con el paso de las horas. Es decir, que ambos días podrían desarrollarse en clave capirotera casi sin problemas. Menos aún se atisban para el Domingo de Ramos, que aparece totalmente despejado en las previsiones iniciales, aunque no habría que olvidar que, teniendo en cuenta el tiempo que nos separa del 13 todavía, aún no son todo lo fiables que desearíamos. 

Sí se complicaría un poco la cosa el Lunes Santo, que amanecería con chubascos a primera hora que irían remitiendo según avanzase la jornada. A partir de ahí, el astro rey sacaría su palco en Sevilla para no perder detalle de cuanto aconteciera entre el Martes Santo y el Domingo de Resurrección, deparando una situación que permitiría soñar con una Semana Santa completa como aquella de 2009. En definitiva, hay motivos para soñar con que los sinsabores de los últimos años quedarán definitivamente aparcados y en este 2014 solo tendremos que preocuparnos de dónde ir a ver los pasos. Sea como fuere, todavía hay que tener cautela, esperando que los pronósticos, más halagüeños que de costumbre, nos permitan resarcirnos de una vez por todas. 

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