viernes, 18 de abril de 2014

Vía libre para la nostalgia

Aún tenemos frescos en nuestros sentidos todos los grandes recuerdos que nos ha dejado la Madrugá y sin solución de continuidad nos vemos obligados a pasar página. O, mejor dicho, a seguir escribiendo la de este Viernes Santo que arrancó a medianoche y que, esta vez sí con la promesa de buen tiempo, desarrollará su segunda tanda de pasos desde esta misma tarde, que arrancará con dos importantes reencuentros que las nubes han demorado demasiado. Aunque hoy, por fin, esta jornada que según las Escrituras se desarrolla de riguroso luto tendrá el cielo a juego con el barrio del Arenal, teñido de azul.

Pero no de cualquier manera, sino con la elegancia de las túnicas de terciopelo de La Carretería, que después de tres años consecutivos quedándose en casa volverán a maravillar a Sevilla, buscando la Catedral. Lo harán precediendo al imponente misterio del Señor de la Salud, acompañado por los dos ladrones y su Virgen de la Luz, que pese al buen día que nos regalan desde arriba continuará brillando con más fuerzas que el mismísimo sol. Detrás, el clasicismo de la Virgen del Mayor Dolor, con su mirada elevada al cielo y entre tambores fúnebres que no le restarán belleza, sino que incluso la aumentarán.

Entre tanto, en Triana veremos más claramente que nunca que la Semana Santa comienza a expirar. Y no habrá mejor metáfora de ello que la exhalante figura de El Cachorro, a quien también hemos echado tremendamente de menos durante este último trienio, hasta el punto de que la última vez que pudo ir a Carrera Oficial salía de una capilla y ahora lo hará de una basílica. A su vera, todo el mundo contendrá la respiración, intentando que, como la propia fiesta, mantenga para siempre ese último hilo de vida, algo que también desea su Madre del Patrocinio, que por más que pasen los años mantendrá indelebles sus rasgos de 'Señorita'.

A pocos metros de allí, sin salir de la misma calle Castilla, La O se encargará de cerrar los días grandes en la orilla más marinera de la ciudad. Lo hará entre filas de nazarenos de raso morado y pensando en un regreso a casa que será diferente, con mayor autonomía y cambiando la entrada en su barrio, que ya no será desde San Telmo cruzando Pureza, sino por el puente y tras recorrer el Arenal. Así completará su estación de penitencia ese Nazareno que carga con nuestros pecados hechos de carey y plata, precediendo a esa Virgen de la O que con su simple advocación nos irá abriendo la puerta a una espera que pronto resucitará.

Mientras, el centro se llenará de aires franciscanos. Los que traerá consigo la Virgen de la Soledad de San Buenaventura, a quien Sevilla le dará todo su calor y compañía para mitigar la ausencia de su Hijo. Probablemente, un año más vaya pensando en que, ojalá más pronto que tarde, el Señor de la Salvación pueda vivir las mismas sensaciones que Ella por las calles de la vieja Híspalis. Hasta que eso suceda, todas las miradas y los flashes se centrarán en su figura, que nos irá dejando patente que esta Semana Santa se nos empieza a escurrir como el agua entre los dedos.

Sobre ello podremos reflexionar también en el silencio de San Isidoro, feligresía que se vestirá de ruán negro para asistir a cómo Jesús completa la última de sus Tres Caídas, siendo ayudado por un cirineo sin el que prácticamente sería imposible imaginar su paso. Ambos conformarán el mejor precedente posible para el palio dorado de la Virgen de Loreto, clasicismo en estado puro y cuyo recogimiento será también el nuestro, llevándonos incluso a pensar en esas Glorias que pronto tendremos a nuestro lado y que tendrán uno de sus primeros puntos de interés también en esa misma collación junto a la Virgen de la Salud.

Por su parte, el sonido también será protagonista en La Magdalena. Primero, con la potencia de la cornetería trianera, a la que no le pesarán las horas y el esfuerzo de la Madrugá para acompañar como se merece al Señor de la Conversión de Montserrat, ése que no solo es capaz de ejercer su influencia sobre el buen ladrón, sino también en todo aquel que lo descubre y llega a identificarlo como 'el Gran Poder Crucificado'. Después, llegará su Madre de Montserrat, enmarcada en ese palio tan único, con crestería y bambalinas exteriores que se mueve con toda la elegancia del mundo al son que marque Tejera.

Y, finalmente, acabaremos la jornada con la sensación de que todo está ya consumado. Nos lo dirá la hermandad de La Mortaja con su cortejo que arranca con el muñidor, continúa con 18 ciriales y se cierra con su portentoso misterio. En él, la estructura piramidal de su composición nos seguirá guiando la mirada hacia el Señor Descendido y la Virgen de la Piedad en medio de un silencio que no solo vendrá impregnado de respeto, sino también de nostalgia, porque esta 'Triada Sacra' ya se acaba, dejándonos con ese sabor de que a esto solo le resta el último tirón, prácticamente la propina de nuestro programa de mano.

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