sábado, 10 de abril de 2010

Detalles Semana Santa 2010 (V): La Madrugá perfecta

Si había una jornada que despertaba especial recelo antes de la Semana Santa de 2010, ésa era, sin duda, la de la Madrugá. Este año se cumplían diez años de los lamentables sucesos de 2000 y las 'carreritas' del pasado año en Reyes Católicos habían sembrado de nuevo la intranquilidad. Se había prometido un despliegue policial sin precedentes para la noche mágica de Sevilla, se prometió que no se iban a apagatr las luces en ningún sitio e, incluso, algunas hermandades como Los Gitanos renunciaron a pasar por calles estrechas para facilitar la seguridad de sus cortejos. A pesar de ello, se palpaba una calma tensa en las horas previas que, para nada, iba a ir en consonancia con lo que sucedería bajo la luna.

Y es que llegó el momento y la ciudad vivió la mejor Madrugá de los últimos años. Hubo mucho menos público por la noche, ya que muchos quisieron reservarse para la mañana, algo que benefició, y mucho, la movilidad, algo fundamental en una jornada con cofradías con tantísimos nazarenos (alrededor de 12.000 en total). No se produjeron incidentes graves, salvo las típicas peleas aisladas que se podrían producir cualquier madrugada del año. De igual modo, las cofradías hicieron un extraordinario esfuerzo para que se cumplieran casi a la perfección los horarios. Así, El Silencio entró en Campana con dos minutos de adelanto que mantuvo el Gran Poder. La Macarena dejó diez de retraso a El Calvario, mientras que La Esperanza de Triana pidió la venia con once minutos de demora y aplazó la entrada de Los Gitanos en Carrera Oficial en 23.

A pesar de ello, nada se le puede reprochar a ninguna corporación, ya que todas hicieron lo posible para no entorpecer a las demás. Las tres de negro (El Silencio, El Gran Poder y El Calvario) avanzaron con su tradicional ritmo continuo y ligero, mientras que La Esperanza de Triana se comprimió hasta poner sus nazarenos de cuatro en cuatro en La Magdalena para dejar pasar sin problema al Señor de Sevilla por la calle Gravina. En la misma línea, Los Gitanos hicieron lo propio en Orfila para no obstaculizar a La Macarena a la salida de Cuna, así como también aligeraron el paso por Campana del Cristo para evitar que el palio llegase con mayor retraso a la Catedral. No obstante, todo se hizo sin restar un ápice de belleza al transitar de los pasos, provocando el deleite de un público que según fueron pasando las horas fue creciendo.

Y por la mañana, sólo con las hermandades de capa en la calle (La Macarena, La Esperanza de Triana y Los Gitanos), Sevilla se echó a la calle para formar auténticas mareas humanas en los últimos tramos de los recorridos de éstas. No cabía un alfiler ni en la calle Resolana, ni en Pureza, ni a la vera del Jardín del Valle. Con la luz del sol desaparecieron las pocas reticencias que quedaban para no disfrutar de una jornada que la ciudad espera todo el año y la mezcla de la bulla con los capirotes se convirtió en el paisaje de los tres barrios que consumían sus últimas horas de vigilia antes de la tarde del Viernes Santo.

Con este panorama, entre marchas, saetas, ovaciones y oraciones el reloj fue avanzando hasta poco más de las 14.00 horas, cuando la marcha real ponía fin en Triana a una Madrugá de ensueño, en la que Sevilla se reconcilió con su noche más grande. No hubo ni gota de miedo, ni disturbios o polémicas. Sólo cofradías, silencio y algarabía por las calles. Dios quiera que no sea una raya en el agua, sino la recuperación de una normalidad que llevamos años esperando que regrese y que se perdió hace una década entre 'carreritas' y la desidia de los que mandan.

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