miércoles, 21 de abril de 2010

Una década de silencio

Hoy se cumplen diez años de uno de los episodios más graves y dantescos de cuantos se han producido en la historia reciente de la Semana Santa, los de la Madrugá de 2000. Se trata de unos hechos que dejaron al descubierto la inseguridad que rodea a esta fiesta y que marcaron un antes y un después en la noche más importante de la ciudad, que desde entonces no ha sido capaz de recuperar su magia.

Todo sucedió entre las cinco y media y las seis de la mañana. Acababa de entrar en Sierpes el misterio de las Tres Caídas de la Esperanza de Triana y en el Duque se atisbaban los primeros tramos de Los Gitanos. En El Salvador, La Macarena avanzaba por Cuna, mientras que el palio de El Silencio se encontraba justo ante la puerta de la iglesia de San Antonio Abad. y El Gran Poder buscaba la plaza del Museo desde la calle Gravina. Fue entonces cuando varias estampidas rompieron la noche. Todas sucedieron a la vez y en varias oleadas, precedidas, según testigos presenciales, de gritos lastimeros y pequeñas detonaciones. De este modo, el pánico se hizo con el centro de la ciudad, donde todo el mundo corría despavorido pasando por encima de todo cuando encontrase a su paso.

Niños metidos en contenedores de basura, capirotes e insignias por los suelos, sillas volando por los aires, locales que se convertían en improvisados refugios de gente atemorizada... parecía como si la noche en la que Dios pasea por las calles de la ciudad se hubiese convertido en una auténtica visita al infierno. Sobre todo, por la desinformación existente en aquel momento, cuando los rumores se multiplicaban sin solución de continuidad. Que si un hombre pegando tiros en el Duque, que si otro armado con un cuchillo en el pasaje de Sierpes, que si cargas policiales en la Encarnación, que si habían disparado a la Esperanza de Triana, que si se había escapado un toro de la Maestranza... el caos campando a sus anchas entre tramos de nazarenos rotos por las avalanchas y pasos que se cimbreaban por el temblor que provocaban las estampidas.

Sólo El Calvario, que estaba en Carrera Oficial, no se vio afectada por una media hora de espanto que desde el Ayuntamiento se explicó diciendo que se debió al estallido de una cañería en la calle Baños. Sin embargo, masesa siempre desmintió ese dato, provocando más dudas si cabe en cuanto a qué había pasado. Según pasaron las horas, ya bajo la luz del sol, las historias se multiplicaron. Hubo quienes afirmaron que vieron a nazarenos amenazar con pistolas en las sienes de otros nazarenos. Otros llegaron a atribuir los hechos a una gamberrada que se fue de las manos. También pululó por ahí la teoría de un intento de atentado por parte de ETA (hubo incluso gente que llegó más lejos defendiendo que el objetivo era el Rey, que, según decían, salió de nazareno en El Gran Poder), así como la de un juego de rol al modo del argumento de la película 'Nadie conoce a nadie'. Por último, tampoco se pasó por alto el hecho de que durante los días previos se produjeron tensiones entre el Consistorio y los sindicatos policiales por el modo de cubrir la seguridad de la Semana Santa, por lo que hubo quienes argumentaron que todo fue fruto de una protesta de éstos para reivindicar su importancia en las calles. Lo único cierto fue la detención de un individuo que pagó los platos rotos en sus carnes.

El caso es que con toda la polvareda que se levantó, como era de esperar, el Consistorio se puso manos a la obra para saber qué paso e inició una investigación. Como primer paso, se creo el CECOP, que se ocuparía de blindar la seguridad de la ciudad durante sus días más importantes. Después, anunció que se harían entrevistas a representantes de distintos sectores afectados por las 'carreritas' para ver sus causas. Pero, todo quedó cerrado en apenas unos meses, aludiendo a que sólo fue "un ataque de histeria colectiva". Incluso, se dijo que habían sido los medios de comunicación los que habían colaborado en crear el miedo a través de sus sucesivas informaciones acerca de "avalanchas sin causa aparente".

Total, que todo se quedó en mera anécdota para las instituciones, a pesar de que en la Feria también hubo disturbios parecidos. Al final, y según siempre la versión oficial, nada más se supo de los "niños pijos" a los que al principio el alcalde atribuyó los hechos o de la posible relación con cualquiera de las causas que se barajaron. Por ello, muchos no se conformaron con estas explicaciones e investigaron por su cuenta, dando lugar a novelas y trabajos donde se analiza pormenorizadamente todo lo que ocurrió. Sin embargo, quienes debían dar una explicación convincente, nunca lo hicieron.

Con todo, desde entonces la Madrugá nunca ha vuelto a ser la misma. De hecho, en 2005 y 2009 se repitieron las 'carreritas' en puntos aislados como la Gavidia o Reyes Católicos, respectivamente. Por ello, muchos han decidido quedarse en casa durante las horas en las que la luna se asoma para ver los pasos y aprovechar los primeros rayos de sol para echarse de nuevo a la calle. Así, la Madrugá se ha convertido en los últimos años en el reino de un niñateo que pierde fuerza con el amanecer, pero que se deja notar más de lo deseable cuando todos los gatos son pardos. Por suerte, este año, todo ha vuelto a parecerse a como fue hace más de una década, aunque aún es pronto para confirmar si es flor de un día o el principio de una nueva etapa. No ocurre lo mismo con las explicaciones de qué ocurrió en aquella media hora entre las 5.30 y las 6.00 horas del 21 de abril de 2000, que se demoran demasiado. Y eso que hay quienes afirman saber qué pasó a ciencia cierta. Quizás sería ya el momento de que lo dijeran y pusieran algo de luz a uno de los momentos más oscuros de nuestra Semana Santa.

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