miércoles, 14 de abril de 2010

Verde Esperanza

Hace justo quince años, Sevilla amanecía más mariana que nunca, tras una Madrugá en la que la lluvia, la misma que tantas veces nos ha fastidiado, nos regalaba una estampa irrepetible. Fue en la Catedral, poco antes del amanecer, cuando las dos Esperanzas de la noche del Viernes Santo, la Macarena y la de Triana, se miraban frente a frente por primera vez en la historia. En aquel momento, el Cielo bajó a la tierra mientras la Giralda anunciaba el amanecer con el repique de sus campanas. Y es que aquel 14 de abril, a diferencia de aquel otro de 1931, Sevilla dejó de ser 'roja' para vestirse de Verde Esperanza.

Todo comenzó a gestarse horas antes, cuando el palio de La Macarena decidió quedarse en la Catedral al empezar a llover. No era un chubasco fuerte, lo que motivó que la hermandad de El Calvario no hiciese lo mismo y continuase su recorrido. Una vez cruzó la Virgen de la Presentación la Puerta de Palos, el cortejo de la corporación de San Gil, situado a la altura de la Capilla Real, dejó pasar a la cruz de guía de la Esperanza de Triana, con lo que el encuentro entre ambas era sólo cuestión de tiempo. Ya no llovía, por lo que las miradas no se dirigían al cielo, sino al interior de la Catedral, donde primero saludó el misterio de las Tres Caídas a la Señora de Sevilla, algo que haría minutos después la Reina de Triana.

El momento llegó hacia las siete de la mañana, cuando el palio de la Esperanza de Triana se volvió ante el de La Macarena, mientras sonaba una salve y el interior de la Catedral y la plaza Virgen de los Reyes estallaban en aplausos. Por primera vez, se veían frente a frente dos de los referentes devocionales más importantes de la ciudad. Lo hacían en medio del contraste de la iluminación del palio trianero con el recogimiento del de San Gil y manteniendo una breve conversación entre ambas  que, como García Barbeito dijo aquella noche en Canal Sur, cualquiera de nosotros daría lo que fuera por desentrañarla.

Después, cada una volvió a su casa. Primero la Esperanza de Triana, después La Macarena, separándose definitivamente en la plaza Virgen de los Reyes y poniendo fin a una Madrugá histórica, en la que la lluvia nos premió en vez de castigarnos. No en vano, hoy, 15 años después de aquel encuentro, muchos pensamos que desde entonces nos encontramos en deuda con el líquido elemento. Quizás por eso, los chubascos no han querido perderse casi ninguna Semana Santa desde entonces para compensarlo.

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