sábado, 3 de abril de 2010

Todo está consumado

Se nos va, vaya si se nos va. De hecho, hoy viviremos la última tarde con nazarenos de este año, ya que mañana La Resurrección pondrá fin a la Semana Santa a la hora del almuerzo y, después, San Pablo llegará a su templo desde El Salvador sin túnicas ni capirotes. Y es que en unas horas, cuando acabe la jornada en la Carrera Oficial, comenzará el desmontaje de las sillas de La Campana, el regreso a la normalidad. Porque todo estará consumado, no nos quedará más que una página por usar en nuestro programa de mano y unas ganas tremendas de hacer que el tiempo retroceda hacia atrás.

Pero hasta que eso ocurra, nos quedan por delante horas de disfrute cofrade, de un Sábado Santo que será histórico, ya que empezará en El Plantinar. Desde allí llegará, por primera vez, la hermandad de El Sol, regalando aires decimonónicos a su paso. Será, pues, a tarde del reencuentro de la corporación con las el centro, donde nació hace prácticamente 80 años. Por aquel entonces, surgió como una procesión de los niños del colegio Villasís. Hoy, arribará al corazón de la ciudad como hermandad de penitencia, entre nazarenos de ruan verde y con un Cristo, el Varón de Dolores, que sintetiza a la perfección la naturaleza divina y humana de Jesucristo. Por no hablar de la Virgen del Sol, que junto a San Juan y la Magdalena, llevará a la Catedral, tras muchísimos años, la escena de la Sacra Conversación.

Desde María Auxiliadora, saldrá la representación que Sevilla hace de uno de los dogmas de fe sobre los que se sustenta la fe católica, el Decreto de la Trinidad. Lo hará al compás de los sones de las cornetas y tambores de la banda de las Cigarreras y por delante del misterio del Señor de las Cinco Llagas, que entre sones trianero recordará a la ciudad que sólo queda bajar a Jesús de la cruz y esperar para verlo resucitar. Y es que precisamente la Esperanza volverá a pasearse por las calles bajo palio, pintando del verde de sus bambalinas el negro del luto.

A la vera de San Marcos, la sobriedad de Los Servitas rememorará el fin de la Pasión desde la perspectiva de María. Así, primero asistiremos a la despedida de la Virgen de los Dolores de su Hijo, el Señor de la Providencia. Al poco, la Virgen de la Soledad avanzará ante nosotros bajo palio, sin mayor compañía que la de una candelería encendida.  En San Gregorio, la Muerte volverá a vencer a la propia Muerte en el paso de 'La Canina', mientras que la urna del Señor Yacente nos recordará el Entierro más Santo que ha visto la tierra en toda su historia, el de aquel al que añorará en el misterio del Duelo la Virgen de Villaviciosa.

Y en San Lorenzo, la Virgen de la Soledad será recibida entre saetas y añoranza, la que provocará verla de nuevo llorando al pie de la cruz por el inminente final de una nueva Semana Santa. Será entonces, mientras la veamos marcharse, cuando volveremos a sentir ese vacío que sólo podremos llenar de nuevo dentro de un año, en un nuevo Domingo de Ramos. Por suerte, todavía nos quedará por delante el epílogo de la hermandad de La Resurrección y el regreso de San Pablo, pero ya tendremos esa sensación de que todo está consumado.

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