jueves, 14 de junio de 2012

Uno de los grandes desconocidos

Ayer procesionó por las calles del centro de la ciudad uno de los pasos más desconocidos de cuantos lo hacen por la capital hispalense cada año: el de San Antonio de Padua de la hermandad de El Buen Fin. De hecho, muchos se sorprenderían al encontrárselo por la feligresía de San Lorenzo, que recorrió durante un par de horas. Y es que, al contrario de lo que ocurre con su homónimo de Torreblanca, muy pocos saben de su existencia o, mejor dicho, hacen esfuerzos por conocerla.

Pero, como cada 13 de junio, su pequeña figura no faltó a su cita anual, enmarcado en su pequeño templete dorado, destilando clasicismo y solemnidad franciscana a partes iguales, mientras la Centuria Macarena aportaba su granito de arena para dar mayor sabor añejo a la escena. Aires de Miércoles Santo, de temprana primavera, mientras el mercurio delataba la inminencia de un verano que viene llamando con fuerza a la puerta daban aún más calor si cabe al momento.

Porque la bulla, esa que nunca falta y que casi es sinónimo de Sevilla, hizo su aparición a cuentagotas. Ya no sólo por salir entre semana, sino porque muy pocos decidieron acudir a su encuentro, ya fuese por omisión o desconocimiento. Aunque, quizás, a él no le hizo falta, porque ya está acostumbrado a pasar desapercibido incluso en su propio templo. Y es que cada uno tiene su rol en la ciudad y el suyo es el de ser uno de los grandes desconocidos de la capital hispalense.

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