Desde hacía mucho, más de un año, el nombre de Manuel Soria estaba en todas las quinielas para salir del Arzobispado. Se especulaba con que, a ojos de Asenjo, ya había cumplido su ciclo como delegado diocesano para las hermandades, por lo que cada vez que se acercaba el momento de que hubiese cambios en Palacio todos miraban hacia él. Sin embargo, la última vez, contra pronóstico, se salvó, algo que, por el contrario, no ha ocurrido tras la reciente renovación que ha hecho en su equipo el jefe de la iglesia hispalense, que ha decidido dejar a un lado al párroco de Santa Justa y Rufina para que entre aire nuevo.
Así, el controvertido Soria, que ha sido capaz de ganarse vítores y rencores a partes iguales durante todos estos años, ha sido relevado por Marcelino Manzano, párroco de San Vicente. Se trata de un sacerdote que también estaba en todas las apuestas para sucederle, que se caracteriza por tener un trato afable y cercano, hasta el punto de ser habitual usuario de las redes sociales. Su función será la de mediar entre el Arzobispado y las hermandades, una posición que, pese a lo que pudiese parecer en una ciudad como esta, no es nada cómoda, puesto que entre ambos colectivos a veces existe un abismo a la hora de entender una misma realidad. En cualquier caso, se confía en el buenhacer de Manzano para saber limar asperezas y sellar acuerdos.
Mientras, Soria se va de vacaciones sabiendo que lo único que hará a su vuelta será cambiar de rol. Seguirá en su cargo hasta que jure su sucesor, allá por la primera quincena de septiembre, pero sabe que el final a tantos años de leal servicio en Palacio quedarán pronto atrás. Deja decenas de decisiones acertadas y otras muchas que generaron polémica y que hasta un sector de las cofradías le cogiese coraje. Le queda la satisfacción de ver cómo su Virgen de Regla de Los Panaderos fue Coronada Canónicamente y hasta fue a Madrid gracias a su innegable esfuerzo. Recuerdos, en definitiva, de una etapa que se va tras haberlo anunciado desde hace mucho la rumorología.
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