Aunque haya quienes despierten hoy en Sevilla a los sones de 'Triunfal' o 'Corpus Christi' que emanen de la eucarística de San Gil, la capital hispalense tendrá puestas sus miras a decenas de kilómetros de distancia. Porque en este domingo 8 de junio en el que se celebra la Pascua de Pentecostés, toda la atención la acaparará la Aldea del Rocío, un auténtico hervidero de emociones en plena marisma y en el que se cuentan las horas que restan hasta que los almonteños decidan saltar la reja para iniciar la procesión triunfal de la 'Blanca Paloma' cuando el lunes haya comenzado a consumir sus primeros compases.
Una situación a la que nadie es ajeno. Ni los que han hecho el camino con alguna hermandad y por fin han llegado a su destino, ni aquellos que se acercarán única y exclusivamente para disfrutar de la salida de la Señora. Todo el mundo sabe que el centro del universo cofrade se encuentra a nada de ese pulmón que es el Coto de Doñana y que cualquier otra cosa que ocurra caerá relegada a un segundo plano. Porque esta noche se vivirá esa otra Madrugá que muchos tienen grabada a fuego en su calendario, la que cambia la Carrera Oficial por una Aldea, pero en la que dicen que uno se siente de igual manera en el cielo.
Por eso, este domingo es diferente. Incluso en Sevilla, donde muchos se olvidan de lo que puede pasar en sus calles, ya que lo verdaderamente importante sucederá entre las marismas. Allí, una Reina que responde al modo de Rocío será llevada en volandas por los suyos mientras dure una madrugada en la que querrá hacerse presente hasta la luz del día. Una cita inexcusable y con una importancia capital cada año, que acude a nuestro encuentro en este primer fin de semana completo de junio y que, por unas horas, cambiará nuestro baremo a la hora de valorar las cosas. Porque la vieja Híspalis sigue siendo la misma, aunque hoy la 'Blanca Paloma' la obligue a mirar y sentir a varias decenas de kilómetros de distancia.
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