domingo, 27 de junio de 2010

El paso que no debió salir

Ayer, tras el descanso del pasado fin de semana, Sevilla volvió a ver pasear un paso por sus calles. Fue en la barriada de la Hermandad del Trabajo, donde el Señor de la Clemencia se reencontró con sus vecinos tras dos años de espera. De este modo, y tras el paréntesis de 2009, el barrio vivió de nuevo su día grande en torno a un Cristo arrodillado que avanzó a los sones de las marchas que salían de las cornetas y los tambores de la banda del Amor de San Juan de Aznalfarache. Y es que en el último sábado de junio volvieron a escucharse y saborearse los ecos de la Semana Santa.

Pero, curiosamente, esta salida, que podría ser para muchos la de otra 'ilegal' más, ha venido acompañada de polémica, sobre todo porque no ha estado respaldada por su junta de gobierno. En este sentido, el propio presidente de ésta, Fernando de Andrés, difundió durante los días previos en diversos medios cofrades un comunicado en el que recalcaba que la intención del cuerpo directivo que encabeza era el de "sustituir las salidas procesionales por una estrecha colaboración con las parroquias de la zona, sobre todo en lo relacionado con sus labores sociales". Sin embargo, según afirmó el escrito, un miembro de la junta, "al que se le pidió encarecidamente su dimisión" llevó adelante, con ayuda de un grupo de chavales, la salida de este año, amparado en que "es el dueño de los bienes de la corporación". Como respuesta a ello, el resto del cuerpo de gobierno, en pleno, presentó su dimisión irrevocable, dejando a la cofradía sumida en un vacío de poder, aunque habiendo realizado su salida anual.

Sin duda, esta situación da la razón a muchos que ven en estas nuevas 'embriones de hermandades' más ganas de 'jugar a los pasitos' que de hacer religión e iglesia, ya que, no en vano, con su actuación han dejado claro que les importa más procesionar que cualquier otra cosa. Además, lo curioso de este caso es que el empecinamiento de uno ha hecho que se haga justo lo contrario de lo que quería la junta de gobierno, algo que no tiene el menor sentido. Por ello, más allá de lo que pudiese lucirse ayer por las calles el Señor de la Clemencia, sus hermanos, aquellos que deben de velar por sus intereses y los del prójimo, habrán firmado el ridículo más espantoso de toda su historia, con una salida carente de significado, ya que a una cofradía no le da sentido un paso, sino todo lo que hay detrás, aquello que se va forjando y sucediendo a lo largo del resto del año.

Aquí, por lo que se ve, no hay nada más allá que un grupo de personas encandiladas por los panes de oro de las canastillas, los sones de tambores y cornetas, el aroma a incienso y el humo de las velas que se consumen en los candelabros. Sólo un grupo de 'capillitas' (aunque, quizás, esto haya que ponerlo en cuarentena, sobre todo por la nula vida de hermandad que se desprende del comunicado) que quiere 'jugar a los pasitos', haciendo un flaco favor a todas aquellas nuevas corporaciones que tienen que sobreponerse a las críticas de los rancios que creen que no hay sitio para más. Sí lo hay, pero siempre que no sigan el ejemplo de lo sucedido en la Hermandad del Trabajo, puesto que, de hacerlo, sólo serían una procesión más que nunca debió salir.

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