lunes, 28 de junio de 2010

Presente, pasado y futuro

Anoche, El Cachorro volvió a dormir en la capilla que le recibió a su llegada a Triana allá en el siglo XVII. Lo hizo saliendo brevemente a la calle, abandonando el altar mayor de la ampliación finalizada en 1960 para situarse en el de la primitiva iglesia de la corporación, en la que permanecerá hasta finales de septiembre. Entonces, será el momento en el que el Cristo de la Expiración regrese al punto en el que durante todo el año recibe a quienes se acercan a rezarle, quedando enmarcado en un monumental retablo hecho en marmol, bronce y madera.

Se hará así realidad uno de los proyectos más importantes de la cofradía trianera en los últimos años y con el que los devotos del Señor de Triana quieren agasajarlo con camarín a la altura de lo que se merece, en el que más allá de la magnificencia que se desprenderá de su visión, contará con las últimas medidas de seguridad y contraincendios. Todo, basándose en la idea de Jacinto Pérez y el diseño de Francisco Javier Sánchez de los Reyes, conceptos que después han llevado a la práctica el tallista Pedro Manuel Benítez y han dorado los Hermanos González.

Será la culminación de la nueva capilla del Patrocinio, ésa que se edificó hace 50 años justo a la vera de aquella en la que surgió la hermandad en 1689 y que hoy hace las veces de Sacramental dentro del mismo templo. Y es que la cofradía de El Cachorro puede presumir de lo que muy pocas pueden hacerlo: de haber residido siempre en el mismo sitio, al final de la calle Castilla. Desde allí, el Cristo de la Expiración ha observado el devenir de los siglos, primero en la iglesia primitiva, más tarde, presidiendo la ampliación y, ahora, volviendo a los orígenes esperando que se terminen las obras de su retablo.

Pocas veces el paso del tiempo puede verse más claro en una cofradía que aquí, donde el presente, el pasado y el futuro se dan la mano sin salir del mismo templo. Porque, si las paredes hablaran, cuántas cosas podrían contar las de la capilla del Patrocinio... y cuántas le quedarán por contar. Y todo sin que el Rey de Triana tenga que salir de su propia casa, algo que sólo hace cada Viernes Santo, cuando, como siempre, Sevilla volverá a postrarse a sus plantas.

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