viernes, 18 de junio de 2010

La hora de las goteras

Sin duda, la gran protagonista de la pasada Cuaresma fue la lluvia. Ya estaba aquí cuando llegó el Miércoles de Ceniza y se quedó con nosotros casi hasta las Vísperas, haciendo que los días previos a la Semana Santa giraran en torno a partes y previsiones meteorológicas que mirábamos con las carnes abiertas. Finalmente, sólo llovío el Lunes Santo, pero los efectos del líquido elemento ya se habían hecho notar en nuestras hermandades, que no sólo vieron como muchos de sus cultos externos tuvieron que ser suspendidos, sino que, en algunos casos, tuvieron problemas en sus templos.

Fue el caso de la hermandad de San Pablo y la de Las Penas de San Vicente. La primera tuvo que suspender sus cultos por goteras en San Ignacio de Loyola e, incluso, sopesó seriamente realizar su salida procesional desde otra iglesia, cosa que finalmente se desestimó. Ahora, coincidiendo con la aparición del calor, la corporación ha propuesto una subida de la cuota anual, a fin de que así se financien las obras que se tienen que llevar a cabo para el saneamiento del templo, que se iniciarían en el menor plazo posible.

Algo parecido sucede en San Vicente, donde la Virgen de los Dolores tuvo que cambiar su ubicación durante la Cuaresma por filtraciones en su capilla. En este sentido, hace unos días comenzaron los trabajos de arreglo de la techumbre, por lo que tanto la talla de la Virgen como la del Señor de las Penas se encuentran ubicadas en el altar mayor de la parroquia, lugar en el que continuarán hasta que dentro de un mes puedan regresar a su 'habitación'.

Ambas hermandades sufren todavía en sus carnes los últimos efectos del invierno más lluvioso que recordamos, en el que el Cielo no dejó de llorar desde antes de Navidad hasta que las calles no comenzaron a oler a incienso y azahar. Ahora, cuando el sol campa a sus anchas en el firmamento, es el momento de hacer un último esfuerzo para recuperarse de las consecuencias de un líquido elemento que nunca se derrama al gusto de todos y que puso en peligro el patrimonio artístico, religioso e, incluso, humano de estas dos corporaciones hispalenses. Todo para que en unos meses tanto San Ignacio de Loyola como San Vicente estén preparadas para el regreso de los chubascos con total normalidad, esperando que las goteras a las que en estos días les ha llegado su hora no vuelvan a acudir a misa como hicieron este año a partir de febrero.

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