martes, 20 de julio de 2010

Cuando de tres golpes se pasa a muchos más...

El viernes era el día grande de la feligresía de San Román, ése en el que el viejo templo mudejar recuperaba aquellos aires de la Madrugá que perdió hace años y que volaban en el aire al son del vaivén de las bambalinas del palio de la Virgen del Carmen de Santa Catalina mientras traspasaba su ojiva (pulsa aquí para volver a leerlo). Pero, lo que debería haber sido una tarde de alegría y regocijo, se convirtió en todo un recital de cómo no se debe llevar nunca un paso o, en su defecto, de cómo no se debe mandar.

Porque la única Virgen de Gloria que pasea por Sevilla bajo palio pareció estar montada más que en una parihuela en un coche de choque, ya que hasta en cuatro ocasiones se topó contra algo. La primera, nada más salir, enganchándose con la propia ojiva de San Román y estando a punto de volcar el paso. De hecho, varias piezas de la crestería se rompieron y dos varales maestros quedaron descuadrados. Después, casi a la altura de Santa Catalina, lo que debió ser un momento emotivo se convertió en uno de tensión cuando el techo del palo se quedó pillado con unos cables de tensión. Más tarde, ante la iglesia de La Mortaja, de nuevo hubo problemas. Éstos se tradujeron en varios golpes y un farol y varias perillas y piezas de la crestería rotas. Pero, la cosa no acabó ahí. A la entrada ocurrió lo mismo que a la salida. De nuevo, el palio se enganchó y estuvo a punto de quedar destrozado.

No es de extrañar que, nada más posarse los zancos en el interior de San Román, hubiese un conato de pelea entre capataces, auxiliares y costaleros, aunque no se pasó a mayores. Y es que, puede que en una salida haya algún choque o contratiempo, porque pese a que es deseable que nunca pase nada, quienes llevan los pasos son personas y, por tanto, no son infalibles y que se produzca algún desperfecto es inevitable. Pero, de ahí a que pase lo que le sucedió al Carmen de Santa Catalina, hay un mundo. Puede que fueran los costaleros, que no supieron acoplarse a las órdenes de los capataces o que fuera al contrario. Tanto da. Lo cierto es que la corporación debe tomar medidas en el asunto más allá de la del arreglo de los desperfectos materiales de una salida de ingrato recuerdo. Porque las piezas rotas, se pueden soldar o cambiar, pero el ridículo firmado el pasado viernes por las calles de la ciudad tardará un poco más en sanar. Sobre todo, si no se destierra a los culpables del mismo y dentro de un año, además de los tres golpes del martillo, vuelven a sonar muchos otros más.

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