martes, 19 de abril de 2011

Barrios, misterios y cruces

Martes Santo en Sevilla. Día de barrios, misterios y cruces, de madrugones y vigilias, de nazarenos a mansalva. Una jornada que empezará bien pronto, incluso antes del mediodía en el Cerro del Águila, con la salida de un Señor del Desamparo y Abandono que acudirá puntual a su cita de cada año con el centro de la ciudad, mientras hasta las palomas volarán a ras de suelo para ver de cerca la cara de la Virgen de los Dolores, patrona de la collación y Reina de sus vecinos, que por unas horas cambiará sus dominios por el corazón de una ciudad que, como siempre, le abrirá los brazos de par en par.

Con algo más de dificultad, aunque con un derroche de arte, pondrán los Ariza en la calle los pasos de San Esteban, cruzando la ojiva dentada de su templo. Este año no estará don Rafael al martillo, pero sí lo verá desde el cielo. Por eso quizás tendrá más lágrimas que nunca el Señor de la Salud y Buen Viaje, que lo echará tanto o más de menos que una Virgen de los Desamparados que desafiará un año más a la geometría para ponerse rumbo a la Catedral. Mientras, en Omnium Sanctorum el silencio y el ruán negro de los nazarenos de Los Javieres cubrirán de clasicismo la calle Feria, que acompañará en silencio al Señor de las Almas y esbozará una leve sonrisa ante el palio de la Virgen de Gracia y Amparo.

Y en la Universidad, la mayor lección de humildad y amor sale de las aulas para convertirnos a todos en Estudiantes, a través del Señor de la Buena Muerte, que ejercerá el mismo magisterio que hace más de dos mil años inició en la vieja Judea el hijo de un carpintero y que hoy da sentido a la ciudad cada primavera. Detrás, enmarcada en un palio capaz de deleitar al mejor experto en Bellas Artes, se paseará una Virgen de la Angustia que se reencontrará con unas calles que ha conocido de mil y una maneras diferentes. Casi al mismo tiempo, La Calzá se convertirá en Roma para ver cómo Pilatos realiza la Presentación al Pueblo del Mejor de los Nacidos, entre los restos de un acueducto y a la sombra de la torre de San Benito. Después, la Sangre se hará carne en un prodigioso crucificado que talló Buiza y que sirve como la mejor metáfora posible al misterio de una Encarnación que la capital hispalense concibe con cuerpo de mujer entre sollozos y que, pese al paso del tiempo, nunca dejará de llamar la Palomita de Triana.

En San Nicolás, un pequeño Nazareno, el de la Salud, echará a andar entre sones de cornetería trianera, rumbo a una Catedral que lleva siglos visitando, incluso antes de que su hermandad existiese y diese culto a una Virgen de la Candelaria que no sólo le da nombre, sino que a su paso por los Jardines de Murillo es capaz de hacer palidecer de envidia a la más bella de las flores. Mientras, en San Lorenzo, Malco volverá a abofetear a Jesús, sin más motivo ni misión que el de dar nombre a una corporación que muchos otros conocer por su Virgen, la del Dulce Nombre, esa que sigue siendo una jovencita por mucho que pasen los años y que todavía pregunta a San Juan por qué tantísima gente se queda boquiabierta a su paso.

Finalmente, en Mateos Gago, el Señor de las Misericordias elevará su mirada al Cielo para saber por qué su Padre lo ha abandonado, entre tanto la Virgen de la Antigua asistirá impertérrita a la escena, situándo también su horizonte en lo más alto. También lo hará en su paso la Virgen de los Dolores, que cambiará por unas horas el cobijo que le da la parroquia de Santa Cruz por la de un palio con crestería que cerrará la jornada en la Carrera Oficial, pero no en general, puesto que para ello habrá mucho más margen aún, hasta que el Martes termine convirtiéndose en Miércoles Santo.

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