viernes, 22 de abril de 2011

Cruzando la frontera

Hay ocasiones en las que el hecho de cruzar la medianoche casi se traduce en un nuevo amanecer. Ocurre cada 31 de diciembre, cuando una vez llegada la 'hora bruja' se pasa de un año a otro, pero también hoy, cuando dejamos atrás el Jueves Santo para adentrarnos en una Madrugá que volverá a venir acompañada de esa magia de hacernos vivir el tiempo al revés, comenzando con la luna asomada al cielo y terminando con los primeros rayos de un sol que nos ha sido demasiado esquivo en los últimos días, pero que esperamos volver a encontrarnos en las próximas horas.

Pero hasta que salga, lo que brillará con luz propia por las calles de la ciudad serán las seis hermandades que darán color y olor a uno de los momentos más grandes del calendario, el mismo que vive su punto de inicio junto al Arco, entre plumas y corazas romanas que se convierten en un pedazo de cielo que acompaña al Señor de la Sentencia, haciendo a la vez de avanzadilla a lo que llegará después: la Madre de Dios a la que Sevilla llama Macarena y viste de verde Esperanza. Quizás por ello, y con la que está cayendo, muchos buscarán en Ella precisamente eso: ánimo y fuerza para seguir adelante.

Lo mismo ocurrirá en la otra orilla, en Triana, con una Esperanza morena que volverá a ser la más bella de las flores de todas las que le acompañarán en su paso de palio y que seguirá en la distancia a un Señor de las Tres Caídas que llegará al corazón de la capital hispalense con el izquierdo por delante y entre el sentimiento y la devoción hecho sones de corneta. Porque así entiende el barrio más marinero de Sevilla la Semana Santa, haciéndolo cada vez que se estrena un Viernes Santo y los dominios de la hermandad se extienden más allá del puente.

Y en San Lorenzo, dos palabras que lo encierran todo: Gran Poder. El de un Señor que todo lo puede y que asume su penitencia con la cruz al hombre con la mayor de las humildades, como también perdonó a aquel que lo agredió en aquella nefasta tarde de junio del año pasado, cuando toda la ciudad se estremeció con un susto que aún nos dura en el cuerpo y que, no en vano, aún intenta sofocar San Juan junto a la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso, que todavía derrama lágrimas por ello.

Mientras, El Silencio con mayúsculas se escribirá en San Antonio Abad, junto a un Nazareno que abraza una cruz de carey al revés (o quizás sea Él el único que la lleva al derecho), acompañado por saetas de viva voz y otras que salen de un trío de capilla que volverán a sonar junto a la Virgen de la Concepción y su imponente paso inspirado en la Catedral de Venecia. Como también llama la atención la quietud de la muerte dormida que imaginó Ocampo y sintetizó en el Señor del Calvario, elevado en un trono de caoba y plata que muchos catalogan como el más fotogénico de Sevilla. Tal vez porque se pasa demasiado por alto la belleza de una Virgen de la Presentación que, probablemente, sea una de las grandes desconocidas de la Semana Santa.

Pero también será noche de bulerías y flamenco junto al Jardín del Valle, donde Los Gitanos volverán a evangelizar entre calés y payos por igual, al ritmo que marque el Señor de la Salud, que avanzará a los sones de una agrupación de la hermandad que volverá al sitio que jamás debió abandonar. Por ello, hoy se entremezclará la pena con la emoción en la cara de una Virgen de las Angustias que estará de nuevo en casa cuando todavía queden los últimos retazos de la Madrugá en La Macarena y Triana, pero cuando ya todos tengamos la sensación de que lo bueno se nos está marchando.

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