lunes, 18 de abril de 2011

Con ganas de saldar deudas pendientes

El año pasado, el Lunes Santo tuvo la desgracia de ser el único día de la Semana Santa que estuvo pasado por agua. Un par de aguaceros reventaron la jornada, que siempre estuvo pendiente del cielo, incluso cuando la mayoría de las cofradías estaban en la calle. Por eso, hoy debe ser diferente. Con esa intención se pondrá en la calle a primera hora la hermandad del Polígono de San Pablo, con más kilómetros por delante en su recorrido que ninguna otra corporación de la ciudad, pero con la firme intención de volver a llevar al Señor Cautivo y Rescatado y a la Virgen del Rosario a una Catedral que no pudo disfrutar de su presencia en 2010.

Tampoco llegó al templo metropolitano otra corporación de barrio, Santa Genoveva, que de nuevo pondrá en duda la advocación de su Cristo, que sí que paseará por la capital hispalense Cautivo, pero nunca abandonado por sus discípulos. Mientras, cerrando el cortejo, irá una Virgen con nombre de reina, la de las Mercedes, cuyos dominios se extienden mucho más allá del Tiro de Linea. Todo es que alguien se le quede mirando. Como boquiabiertos nos quedaremos ante el misterio del Beso de Judas, que andará en perfecta conjunción con los sones de la Redención, demostrando como trabaja la gente buena de la calle Santiago, esa que se convierte en almonteña cada Lunes Santo, cuando bajo palio la Virgen del Rocío llega a la ciudad, con aires macarenos en su rostro y tintes peregrinos sus bambalinas.

Pero hoy la capital hispalense volverá a encontrarse de nuevo con Triana, con una hermandad de San Gonzalo que el año pasado se quedó en casa y que en este desafió al líquido elemento para llegar a la Catedral en el Vía Crucis del Consejo. Pero esta vez será distinto, ya que ni el sol quiere perderse los izquierdazos del misterio del Soberano Poder ante Caifás, ni la dulzura del rostro de una Virgen de la Salud que bien podría ser una de las grandes desconocidas de nuestra Semana Santa. Algo más tarde, en Santa Marta, las campanas sonarán a duelo con un traslado al sepulcro protagonizado por el Señor de la Caridad y una Virgen de las Penas a la que no le hará falta compañía, puesto que además de sus fieles y acompañantes en el misterio, junto a Ella contiene el aliento toda Sevilla.

Después llegará el clasicismo desde el barrio de San Lorenzo. Primero con una cofradía de la Vera+Cruz que rescatará la estética decimonónica de esta fiesta, en torno al pequeño Crucificado que da nombre a la corporación y el exiguo exorno floral del palio de la Virgen de las Tristezas. Después, desde San Vicente, con reflejos de carey y plata, llegará el Señor de las Penas, cuyo cuerpo en tierra provocará una vez más que la Virgen de los Dolores vuelva a elevar la vista al Cielo en busca de una explicación para el sufrimiento de su Hijo. Pero las cosas deben de ser así, porque de ese modo está escrito.

Como también estaba previsto desde arriba que un ángel llegue al Arenal para recoger del costado del Señor de las Aguas su sangre y el líquido elemento, ese que seguramente muchos vecinos de la collación verán resbalar por sus mejillas al ver bajo palio a una Virgen de Guadalupe que volverá a lucir como cuando llegó al barrio, tras pasar de nuevo por la gubia de Álvarez Duarte. Y en el Museo, comenzará una Expiración que nos recordará que, aunque sin darnos cuenta, el tiempo sigue, y que poco a poco la Semana Santa se nos empieza a escapar entre las manos. Pero todavía queda tiempo para disfrutar de ella, como de una Virgen de las Aguas que cerrará una jornada en la que, precisamente, la única presencia acuosa que esperamos ver sea la suya y la del Señor de la calle Dos de Mayo sobre un paso, y no cayendo desde el cielo como el año pasado.

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