martes, 21 de septiembre de 2010

La Amargura, entre ángeles

Sin duda, una de las imágenes más bellas que nos ha podido regalar la beatificación de Madre María de la Purísima ha sido la de la Virgen de la Amargura rodeada de las Hermanas de la Cruz a la llegada del cortejo con la imagen de la nueva beata a San Juan de la Palma. Y es que la junta de gobierno de la corporación del Domingo de Ramos tuvo el gran detalle de bajar del altar mayor a la Señora para que las recibiera en el suelo, a su misma altura, causando una hermosa sorpresa a las monjas y a todos los asistentes.

De hecho, se podría decir que no podía caber más santidad en el templo. Por un lado, la Amargura, una de las imágenes marianas con mayor devoción de la ciudad y una de las más bellas estampas posibles de la Madre de Dios. Por otro, unas religiosas que ejercen de ángeles de la guarda para miles de personas que, por unas razones o por otras, necesitan de su ayuda más que respirar. Así, la teoría y la práctica del cristianismos se dieron la mano al final de la calle Feria, haciendo que San Juan de la Palma no fuese un trozo más de Sevilla, sino del mismísimo Cielo.

¡Cuánta belleza en una sóla imagen! ¡Cuánta razón tiene esa frase de que una fotografía vale más que mil palabras! Porque no puede haber mejor metáfora de la santidad de la obra que hace más de un siglo creó Madre Angelita y que desde entonces se ha convertido en Evangelio vivo de una ciudad en la que Dios anda por sus calles cada primavera, cuando los naranjos se salpican del blanco del azahar y el incienso abraza al aire. Porque anteayer la Amargura era incapaz de hacer honor a su nombre y en la comisura de sus labios se esbozaba una sonrisa, porque tras siglos viviendo en la tierra, parecía que volvía a estar ahí arriba, porque se encontraba rodeada de unas monjas que le demostraron que los ángeles de verdad existían.


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