sábado, 27 de marzo de 2010

El fin del principio

Las Vísperas consumen sus últimas hora. Tan sólo queda un dígito en esa cuenta atrás que nos lleva a un nuevo Domingo de Ramos que casi tocamos con las manos. Ayer, incluso, vivimos la primera tarde de nazarenos y capirotes. Hoy, en esa jornada en la que la ciudad no sabe que hacer para ver pasar lo antes posible las horas hasta el día más esperado del año, los barrios vuelven a acaparar protagonismo antes de cedérselo de manera definitiva al centro.

Así, una zona obrera como Torreblanca se vestirá de Roma Imperial para ver en el misterio de su hermandad al mismísimo Pilatos, que volverá a preguntarse por qué está a su lado un Jesús Cautivo que si fuera por su gente ya estaría liberado. Pero también lucirá su túnica morada de capa, sacando más de 600 nazarenos a la calle, logrando que la Virgen de los Dolores mude su llanto en sonrisa, al comprobar cómo aquel barrio tan alejado de la Giralda y nacido de emigrantes a mediados del siglo pasado se convierte, por unas horas, en la envidia del resto de Sevilla.

Una situación similar se vivirá en el Parque Alcosa. Allí, el Señor del Divino Perdón regalará a sus vecinos una tarde de cofradías al más puro estilo hispalense, con un nazareno y los sones de una agrupación musical (la de la Estrella de Dos Hermanas). Para los más mayores del lugar, será como volver a sus años mozos en pleno centro, cuando no necesitaban autobuses ni coches para ir a ver las cofradías. Para otros, el día grande del barrio. Para todos, la reafirmación, un año más, de una seña de identidad.

Y en Ciudad Jardín, no habrá túnicas, pero sí una Guardía Judía y un estreno que ha levantado una expectación tremenda durante la Cuaresma. Se trata del misterio del Señor de la Esperanza, que hará que la ciudad esté pendiente a lo largo de toda la jornada de un puente que no une las dos orillas del Guadalquivir, sino las del Cedrón. También llamará la atención por si sólo el palio de la Virgen del Rosario, que, por segundo año consecutivo, volverá a pregonar la Semana Santa aunque no horas después de que lo hagan también en el Maestranza, sino sabiendo que podremos disfrutarla a partir de la mañana siguiente.

Serán los últimos compases de unas Vísperas que finalizarán cuando entre, ya en la madrugada del Domingo de Ramos, el último paso y que nos traerá la nostalgia de la mano. Y es que no sólo empezaremos, tímidamente, a echar de menos lo que ya se nos ha ido, sino que comenzaremos a tener miedo de que pase rápido lo que llevamos tanto tiempo esperando. Es lo mismo que ocurre siempre que afrontamos el fin de una Cuaresma, de ese periodo que marca para el cofrade el principio de cada año. Porque hoy vivimos el fin del principio y mañana disfrutaremos lo que durante casi un año hemos estado anhelando.

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