sábado, 6 de marzo de 2010

Sabor decimonónico del Plantinar

En el siglo XIX, el barrio de El Plantinar no existía, era campo. Del mismo modo, por aquel entonces, la Semana Santa de Sevilla ni se planteaba que poco más de cien años después, una hermandad podría llegar desde allí a la Santa Iglesia Catedral. Es más, en ese momento, todavía quedarían por llegar un par de generaciones más para que nos encontrásemos con aquellos niños del colegio de Villasís que pusieron la primera piedra de lo que hoy es la cofradía de El Sol.

Quizás por eso, o para que los puristas no le achaquen que falte el respeto a la tradición, la última hermandad en incorporarse a la nómina oficial ha trabajado, y mucho, durante los últimos años para recuperar en su cortejo el más puro sabor de la Semana Santa decimonónica. Así, comenzó por desterrar la plata de su palio y convertirla en caoba, utilizando bambalinas pintadas en lugar de bordadas. Después, situó la media luna a los píes de la Virgen, que pronto fue enmarcada con una ráfaga de plata, dotando a la imagen de una apariencia usual para las dolorosas sevillanas del 1800 y que actualmente sólo podía disfrutarse en las de gloria.

Más tarde llegaría el Varón de Dolores, que recuperó la alegoría para un paso de Cristo. Con el título de hermandad de penitencia, El Sol volvió a echar la vista atrás para el diseño de las túnicas de sus nazarenos. Se decantó por el ruán verde, con los antifaces largos, hasta la altura de las rodillas. Por último, el año pasado, la corporación estrenó el misterio de la Sacra Conversación entre la Virgen, San Juan y la Magdalena, una estampa que sólo podía verse en vivo, pero no en la calle, en la Anunciación en la mañana del Domingo de Resurrección.

Este año, cuando esté a punto de llegar a casa tras visitar, por primera vez en su historia, la Catedral, sus nazarenos volverán a recuperar otra tradición decimonónica, la de dejar caer las colas de sus túnicas en señal de duelo. Ante tanto sabor añejo, cualquiera diría que esta corporación ronda sólo los 80 años, que no existía en el XIX ni ella ni su barrio. Es la magia de la Semana Santa de Sevilla, en la que la tradición y la modernidad se dan la mano. Y hay quien todavía, "más papista que el Papa", dice que no se debe mezclar...  menos mal que nadie le hizo caso en El Plantinar.

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