lunes, 22 de marzo de 2010

El pecado escapar de lo establecido

Habrá quienes hoy, querido Antonio, te arrojen a los pies de los caballos. Quienes incapaces de ver que un pregón puede anunciar la Semana Santa sin necesidad de hablar de cofradías digan que lo que regalaste ayer a Sevilla desde el atril del Maestranza no lo era. Quienes se escuden en que no te interrumpieron con aplausos para afirmar que lo que dijiste no transmitió, cuando tú pediste por activa y por pasiva que te dejaran realizar tu alocución de un tirón. Y es que, ya lo sabes, esta ciudad es tan cainita que a pesar de hacerle la mejor declaración de amor que nunca se le ha hecho termina siempre apuñalándote por la espalda.

Son los riesgos de no ser fiel a nadie más que a uno mismo, de salirse de clichés y arquetipos, de hablar con tu propia voz, de no haber utilizado en la composición de tus letras el catálogo de los ripios. Hubiese sido mucho más fácil rimar Macarena con pena o hablar de lo bonito que es Triana por la mañana, como otros tantos hicieron gritando a voz en cuello para recibir un forzado aplauso. Pero tú eres distinto y no has querido pasar por el aro. Y claro, como en el mundo de las cofradías hay más papistas que el Papa, se habla de fiesta abierta y cuando se menea un varal aparece el pánico y se tiende al inmovilismo, sin que falten voces críticas para tu pregón.

Sí, porque aquí el que innova, antes de que nadie caiga en analizar su aportación, es, ante todo, atacado. Tú mejor que nadie lo sabes. Te han dicho que si no eres cofrade, que no entiendes las cosas de la ciudad, que eres ateo... y tiene tela que la mayor y mejor reflexión acerca de Dios que se ha hecho en muchísimo tiempo la hayas realizado tú mismo. Para ello, no te importó desnudar tu alma y ponerla a los ojos de todos, expresando en voz alta las dudas que cada uno, en un momento o en otro, hemos tenido sobre la existencia de Él. Dijiste que era más de San Agustín que de Rodríguez Buzón y así ha sido, llegando más lejos que nadie, aunque aquí vale más hacer un manido catálogo de itinerarios cofrades que ser profundo. Si no, que se lo digan al arzobispo, monseñor Asenjo, que mientras le echabas horas extras pegaba una cabezadita. Menudo ejemplo. Y eso que se lo dedicaste...

Has cumplido con creces tu promesa, haciendo un pregón a tu medida. Como era de esperar, no coincidió con las de esa Sevilla hipócrita y cateta que diferencia entre la religión y las fiestas según le viene en gana y que sólo quiere, año tras año, más de lo mismo. Y no cabe duda que si hubieses querido entrar en ese juego habrías también sembrado cátedra, porque qué prosa, qué versos y, sobre todo, cuánto sentimiento. Lástima que aquí se premie más al falso que al que actúa por derecho. Pero así es, amigo mío, la muchacha destinataria de tu carta, ésa por la que bebes los vientos, la misma que empieza a despertar ya sin más domingos por delante que un nuevo Domingo de Ramos.

Habrá quien te critique, sí, porque aquí de eso nunca nos falta. Pero tú has sido fiel a ti mismo, no te has inventado un personaje que hablaba por otros, sino por ti. Porque no naciste en pleno centro ni nunca te has vestido de nazareno, pero estás enamorado hasta las trancas de esta ciudad y uno de sus mayores tesoros. Lástima que en pleno siglo XXI aquel que no haya hecho lo que la mayoría siga siendo vilipendiado por el resto, por ésos que saben ponerte de vuelta y media pero jamás serán capaces de imitar siquiera el peor de tus versos. Y es que esa Roma del 'huomo novus' a la que aludían en tu presentación no se quedó tan lejos y por desgracia en su circo sobran leones y faltan presos. Pese a ello, gracias por tu valentía, por dar otra visión de la Semana Santa, tan legítima como la tradicional y sin duda más necesaria. Porque puede que algunos digan que este año es como si no hubiese habido pregón, pero ya veremos qué dicen al respecto otros el día de mañana.

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