lunes, 7 de noviembre de 2011

Cuatro siglos de El Calvario

El pasado sábado fue un día tremendamente especial en la parroquia de la Magdalena. No en vano, se cumplían justo cuatro siglos desde que se gestó el nacimiento de uno de sus vecinos más ilustres, el Señor del Calvario. Fue el 5 de noviembre de 1.611, cuando el mercader Gaspar Pérez de Torquemada encargó a Francisco de Ocampo un crucificado a imagen y semejanza del Cristo de la Clemencia de Martínez Montañés. En principio, la intención era que presidiese su oratorio privado, aunque no está claro si esto llegó a producirse realmente. Lo que sí está confirmado es que en apenas cuatro meses, en marzo de 1.612 la obra fue entregada a su dueño, quien la tuvo en su poder hasta, al menos, su muerte en 1.630.

A partir de ahí, no se sabe a ciencia cierta dónde estuvo el Señor, aunque sí que en 1.794 era titular de la que hoy es su hermandad, que por entonces era conocida como de Los Mulatos o La Presentación y residía en San Ildefonso. Precisamente allí cambió de dueño hacia 1.799, cuando la parroquia lo vendió a la Escuela de Cristo como forma de saldar una deuda que mantenía con ella la corporación. Sin embargo, volvería en 1.818, fecha en la que se encargó la Virgen que, como Él, pasaron a ser titulares de la continuación de la cofradía en 1.886, cuando se convirtió en la de El Calvario. Así conocería San Gregorio y su actual morada, la Magdalena, a la que llegó en 1.916.

Y allí no sólo ha echado raíces, sino que se va a celebrar por todo lo alto sus primeros 400 años de vida, aunque siempre dentro de la austeridad que caracteriza a la hermandad. Por ello, no será con una salida extraordinaria, opción que parece absolutamente descartada, sino con actividades como un reportaje audiovisual sobre la historia de la talla, la creación de una escuela de oración, el desarrollo de un ciclo de conferencias, una exposición en el Ayuntamiento, una revista y un blog. Todo para recordar como se merece que hace cuatro siglos nació el Cristo que preside el que, según muchos, es el paso más fotogénico de la Semana Santa de Sevilla, el mismo que sirve para devolver la quietud y la solemnidad a la Madrugá entre las dos Esperanzas y que se ha convertido en referente devocional de una collación de la Magdalena que si Él no estuviese no sabría probablemente a quien rezar.

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