lunes, 23 de abril de 2012

Púlpitos que dan la espalda a la ciudad

Desde hace 36 años, Triana tiene un templo fantasma, una iglesia con cuerpo, gigantesca, pero sin alma. Quedó vacía para siempre cuando La Estrella dejó sus entrañas para vivir a la vera, por el capricho de unos Dominicos que han resultado ser más papistas que el Papa. Porque pese a la importancia capital que tienen las hermandades en Sevilla, para esta orden son sólo una muestra de religiosidad popular más folclórica que cristiana, algo de lo que, tristemente, continúan convencidos casi cuatro décadas después.

De hecho, así lo ha confirmado sin rubor alguno Jesús Duque, el sacerdote titular de la parroquia, indicando incluso que le "escandaliza" todo lo que hay detrás de nuestras cofradías. Es más, se despacha a gusto, explicando que si el pasado Domingo de Ramos se hubiesen abierto las puertas a los nazarenos de La Estrella para resguardarse de la lluvia mientras formaban o a parte del cortejo de San Gonzalo el Lunes Santo él hubiese dejado su cargo y se hubiese marchado a otro sitio.

¿Por qué? Muy simple. Primero, porque, según indicó, "los Dominicos no apoyan a asociaciones de creyentes en torno a una imagen", puesto que "el principal culto cristiano es la Eucaristía". Por ello, califica la Semana Santa como una "celebración" que tiene "una gran importancia turística", despojándola de todo su sentido catequético. Pero, por otro lado, también justifica su postura tirando de demagogia, argumentando que no puede entender "cómo las hermandades se gastan una fortuna en poner un paso en la calle cuando hay personas que no tienen ni para cubrir sus necesidades básicas". De este modo, apostilla que su Jesucristo "no llevaba bordados", razón de más para no comulgar con las cofradías.

En este sentido, no estaría de más ilustrar a este buen hombre de la importantísima labor social que cumplen las hermandades en Sevilla, estando siempre al lado de los colectivos más desfavorecidos (ya hablamos de ello aquí) y vertebrando incluso a las zonas más deprimidas de la ciudad. Aunque, claro, ¿para qué va a molestarse en comprobarlo si él con unos cuantos sermones desde su púlpito ya cubre el expediente? Incluso se llegará a sorprender de que los bancos de San Jacinto estén prácticamente desiertos.

Olvida este señor que las cofradías son más que su cortejo y el folclore que las rodea, que son una forma de vida y, sin duda, el elemento que ha salvado a la iglesia en esta ciudad. ¿O hay más valores cristianos en las Escrituras o, por ejemplo, en la escuela de estimulación precoz de El Buen Fin? ¿O que en la Fundación del Viernes Santo que asiste a enfermos terminales en sus propios domicilios? ¿Supera a la labor de ayuda que reciben centenares de familia por parte de estos colectivos? ¿Sabe este buen hombre que en las hermandades hay vida más allá de las túnicas y los capirotes? Y en San Jacinto, ¿hay vida más allá del eco de sus homilías?

Total y absolutamente ridículo. Como lo es también que personajes así sean después los primeros que pidan que las cofradías aúnen esfuerzos con la Iglesia para ir todos a una. Muy coherente, sobre todo después de marginarla e infravalorarla por el simple hecho de ser diferente. Así les luce el pelo a muchos sacerdotes, anclados en el pasado y de espalda a un mundo que, afortunadamente en nuestra ciudad, se desborda por todos lados. Menos mal que en esta vida todo pasa y todo llega, estando tremendamente claro que, tras tantísimos siglos de historia, nuestras hermandades seguirán al pie del cañón mientras otros muchos, simplemente, están condenados a pasar. Será entonces cuando, tras esperarlo demasiado, a San Jacinto le llegará el momento de resucitar.

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