sábado, 7 de abril de 2012

La metáfora de lo que ya nos falta

Esto ya va tocando a su fin, se nos escapa entre los dedos sin remedio. Y lo peor de todo, es que somos conscientes de ello. Porque el Sábado Santo tiene un sabor distinto, en el que en las bullas se abre camino casi sin problema la melancolía. Pensamos casi más en lo que hemos vivido en estos días que en lo que aún nos queda por delante, pese a que vayamos a tener cinco cofradías en la calle. Pero hoy, cualquier capirote o túnica que veamos pasar ante nuestros ojos vendrá acompañado de un intenso aire de despedida.

Así soplará la brisa en El Plantinar, cuando a primera hora de la tarde se pongan en marcha el Varón de Dolores y la Virgen del Sol rumbo al corazón de la ciudad, conscientes de que en su camino visitarán por segunda vez en su historia puntos que rebosan sevillanía por sus cuatro costados como el Postigo o el Arenal (recuérdalo aquí). Mientras, el barrio de San Marcos rezumará clasicismo de la mano de Los Servitas, quedándose embelesado ante la Piedad que componen el Señor de la Providencia y la Virgen de los Dolores, pero también paladeando cómo avanza entre tambores fúnebres la Virgen de la Soledad entre varales.

En la Ronda, La Trinidad volverá a mostrarnos cómo se nos puede dar catequésis y enseñarnos los entresijos de uno de los grandes misterios de la cristiandad, el del Santísimo Decreto, entre 'izquierdazos'. Además, nos pemitirá comenzar a soñar cómo será en un futuro muy cercano el paso del Señor de las Cinco Llagas y, como no podría ser de otra manera, que la Esperanza, esa que tanto nos hace falta en nuestros días, también es capaz de teñir de verde el luto de un día como el Sábado Santo.

Y cuando el sol esté comenzando a iniciar su caída en picado, la Canina nos recordará al pie de la cruz que la muerte hasta a la mismísima muerte ha superado. Aunque el Señor Yacente de El Santo Entierro en su Urna nos haga pensar lo contrario, pese a que todo el mundo insista en darle el pésame a la Virgen de Villaviciosa en el paso del Duelo, todos sabemos que es un mero trámite, casi protocolario, que en apenas unas horas terminaremos viendo cómo sube el Hijo de Dios al Cielo.

No obstante, y hasta que eso ocurra, no dudaremos en hacerle compañía a la Virgen de la Soledad de San Lorenzo, la mejor metáfora posible de cómo empieza a quedarse nuestra alma en esta jornada: vacía, casi desangelada, con once meses y medio por delante hasta que la ciudad vuelva a llenarse de túnicas y capirotes. Porque aún queda una, sí, pero ya nada será lo mismo hasta que la hoja de marzo de 2013 marque sus últimos compases. Y eso, en una jornada como hoy, lo vemos más claro que nunca, porque no hay poema más bello capaz de sintetizar en tan pocas palabras lo que sentimos que ya nos falta.

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