lunes, 9 de abril de 2012

Sin lugar para la nostalgia

Al finalizar la Semana Santa de 2011 (recuérdala aquí), muchos pensábamos que no íbamos a vivir otra similar en nuestra vida, que había sido poco menos que una raya en el agua. Pero el tiempo se ha encargado de demostrarnos lo contrario apenas doce meses después, porque los días grandes de este 2012 han venido de nuevo pasados por agua, cargados de cabildos, prórrogas y suspensiones de estaciones de penitencia, haciendo que aquello que llevábamos tantísimo tiempo esperando pasase ante nuestros ojos a cuentagotas y a una velocidad tan grande que ni siquiera llegó a alcanzarle la nostalgia.

No en vano, la primera jornada de túnicas y capirotes, la del Viernes de Dolores, llegó cargada de nubes y decepciones. Y es que las precipitaciones hicieron acto de presencia justo a la hora en la que las calles de la ciudad tenían que comenzar a oler a incienso y azahar, haciendo que las malas noticias, entre la confusión, llegasen en cascada. Padre Pío-Palmete, La Misión, Pasión y Muerte, El Cristo de la Corona y la agrupación parroquial de Bendición y Esperanza decidieron quedarse en casa. Sólo Pino Montano, Bellavista, Las Lágrimas de Pío XII y La Humillación de San Pablo desafiaron al cielo, aunque este les subió la apuesta derramándose sobre sus cabezas, obligándoles a regresar a casa antes de tiempo y a toda velocidad. Era sólo un anticipo de todo lo que nos esperaba.

Porque el Sábado de Pasión amaneció de nuevo sin rastro del sol y amenazando con descargar de lo lindo, algo que hizo hasta la tarde. Entonces, Torreblanca, Alcosa y La Milagrosa decidieron tirar de prórroga y esperar acontecimientos, saliendo ganadores de ese pulso a la meteorología y regalando a la ciudad el primer plano de los días grandes en 2012. Un pleno en el que también participó, aunque con un Vía Crucis, el Señor de la Caridad de San José Obrero, que dentro de un año se integrará del todo en la jornada, saliendo con nazarenos y precediendo a la Virgen de los Dolores.

Así, llegamos a un Domingo de Ramos diferente al que soñábamos, plomizo y apagado, que pronto se cobró en La Paz a su primera víctima. Las previsiones no fallaban y las nubes descargaban como se esperaba, devolviéndonos por momentos a ese 2011 de cabildos y partes meteorológicos que no dejó títere con cabeza, sobre todo en las primeras de la jornada. De este modo, y pese a esperar, Jesús Despojado decidió quedarse en casa, algo que intentó no hacer La Hiniesta, que, incluso, puso su cuerpo de nazarenos de Cristo en la calle. Sin embargo, la lluvia abortó la misión cuando el Señor de la Buena Muerte ya asomaba por la ojiva de San Julián y el aguacero arreciaba. Esto hizo que La Cena olvidase su intención de hacer estación de penitencia, dejando al día seriamente tocado.

No era el estreno oficial de la Semana Santa que esperábamos. Pero como Dios aprieta pero no ahoga, el frente pasó definitivamente a media tarde, dando la oportunidad a San Roque y La Estrella para que iniciaran la operación rescate de la jornada, algo que, sorprendendemente para muchos, también secundó La Amargura y una hermandad de El Amor que, como no hay mal que por bien no venga, volvió a pasearse al completo, con sus tres pasos, puesto que La Borriquita tuvo su segunda oportunidad para ponerse en la calle cuando la luna ya se asomaba al balcón. Con todo ello, conseguimos recuperar el aliento, aunque siendo conscuentes de que las cosas podrían volver a complicarse bien pronto.

Sin ir más lejos, al día siguiente, cuando la decoración volvió a ser la misma, provocando que San Pablo repitiese su decisión del año pasado y no saliese. Esta vez, Santa Genoveva secundó la idea, sumiendo a la jornada en una tensa espera que tuvo a La Redención y San Gonzalo como protagonistas. Ambas apuraron al máximo para echarse a la calle, llegando a esperar más de dos horas para ponerse en marcha y buscar la heroica. Y, por momentos, parecía que podrían lograrlo...

De hecho, la primera llego incluso a la Carrera Oficial, justo cuando el cielo decidió que ya estaba bien. En ese momento, apenas unos instantes después de que Santa Marta confirmase que no tentaría a la suerte, una tromba de agua destrozó el Lunes Santo. Como resultado, la cofradía de Santiago tuvo que resguardarse en la Anunciación, mientras que en San Gonzalo la cosa fue mucho peor. La Virgen de la Salud encontró cobijo en La Estrella, mientras que el misterio del Señor del Soberano Poder, junto con la mayoría de los nazarenos de la corporación, entraron en la Magdalena. Además, Las Aguas, Las Penas y El Museo, ya con el miedo en el cuerpo, se quedaron en casa.

Mientras, la Vera+Cruz sorprendía a propios y extraños con una deisión peculiar: Hacer estación de penitecia sin pasos, sólo con la reliquia del Lignum Crucis, reliquia que, además, es titular de la cofradía. Con ello, regresaba una imponente estampa del Medievo a la ciudad que, para muchos, pasó desapercibida, puesto que el gentío se volcó en el regreso a casa de La Redención, dejando bien claro que, como muchos sospechábamos, en la capital hispalense se le tiene menos apego a la esencia de esta fiesta que al artificio que le rodea.

Y sin ambas cosas nos quedamos en otro Martes Santo, el segundo consecutivo, desierto de pasos, en los que las negativas de las hermandad llegaron desde primera hora y sin solución de continuidad por culpa de una tromba que hizo acto de presencia, y de qué manera, a última hora de la tarde. Fue el peor cierre posible a la primera mitad de una Semana Santa que, en término estadisticos, y por sorprendente que parezca, ya era peor a esas alturas que la del año anterior. Nuestra peor pesadilla parecía hacerse realidad.

No obstante, el Miércoles Santo nos aportó la medicina que necesitábamos: un pleno que nos permitiese estar más pendientes de las cofradías que de los caprichos del cielo. Fue una jornada de bullas por el centro; de masificación en las estrecheces y mil y un detalles que nos hacían recuperarle el pulso a los días grandes. Había tardado en llegar, pero las nueve cofradías de la jornada (El Carmen, La Sed, San Bernardo, El Buen Fin, La Lanzada, El Baratillo, El Cristo de Burgos, Las Siete Palabras y Los Panaderos) se encargaron de convencernos de que, por fin, ya era de verdad Semana Santa.

Aunque, de nuevo la lluvia apareció en escena, cebándose con un Jueves Santo que acabó sin empezar, como en 2011. Otra vez el miedo en el cuerpo, los charcos por las calles y un sinfín de nazarenos vagando sin orden ni más destino que su propio hogar. Y, como ocurría desde casi una semana antes, todo el mundo pendiente de unos partes meteorológicos que hacían presagiar que, quizás, podríamos incluso volver a quedarnos de nuevo sin nuestra noche más mágica: la Madrugá.

Y a punto estuvimos de hacerlo. De hecho, si no fuese porque un frente que venía de Huelva se rompió en el último momento, yendo a parar a Córdoba y Cádiz, todo habría sido bien distinto. Pero, afortunadamente para nosotros, no lo fue. Todo lo contrario. Pudimos disfrutar por todo lo alto de uno de los momentos más grandes de nuestra Semana Santa, con menos gente de lo habitual y un frío casi polar que pudimos combatir sin demasiados problemas gracias al calor de las emociones que venían provocadas por las seis corporacíones más importantes de la ciudad.

Tres de ellas, las de capa (La Macarena, La Esperanza de Triana y Los Gitanos), tuvieron que volver con mayor rapidez de la cuenta a sus iglesia por la mañana, ya que las nubes volvieron a meternos miedo. Sin embargo, cayeron apenas unas gotas, las justas para que El Cachorro y La Carretería suspendiesen su salida y llevasen al Viernes Santo a un coma profundo. De él salió gracias a La Soledad de San Buenaventura y La O, quienes pese a mojarse hasta llegar a la Campana, demostraron que había vida más allá de las previsiones, lo que arregló la jornada y terminó de convencer para salir a San Isidoro, Montserrat y La Mortaja.

Puede que esa respuesta llevase a la lluvia a convencerse definitivamente de que no la queríamos aquí. De hecho, el Sábado Santo desapareció del mapa, regalándonos una tarde en la que no nos faltó de nada para empezar a despedirnos de nuestros días grandes. No en vano, El Sol, Los Servitas, La Trinidad, El Santo Entierro y La Soledad de San Lorenzo llenaron de túnicas, capirotes, pasos e incienso unas calles abarrotadas, llenas de gente que todavía no se resignaban a pensar que esto se nos iba de las manos sin apenas haber llegado a tener la sensación de que había llegado a empezar.

Así, llegamos a un Domingo de Resurrección radiante, que tuvo su epicentro en Santa Marina, entre aires lasalianos que nos recuerdan que Cristo, como la espera, ya ha vuelto a la vida, que habrá que esperarlo para que vuelva dentro de poco menos de un año. Cierto es que después hubo el epílogo de la vuelta a casa de San Gonzalo, en silencio y por la vía rápida. Pero eso ya vino tamizado por la luz de la vuelta a la normalidad, de un retorno a otra cuenta atrás que tendrá como meta el próximo 24 de marzo de 2013. Y sólo un deseo: que la lluvia no vuelva a ponerse su túnica de cielo hispalense jamás.

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