viernes, 6 de abril de 2012

El penúltimo tramo

Todavía resuenan los ecos de la Madrugá en Triana, La Macarena y el Jardín del Valle, pero llega el momento de pasar una nueva página en nuestro programa de mano. Porque la 'Triada Sacra' arriba a su último capítulo, ese que arrancará a media tarde entre mantillas, trajes oscuros y banderas a media hasta, y que nos acompañará hasta bien entrada la madrugada, cuando el Viernes cambie su nombre por el de Sábado, pero manteniendo siempre el apellido de Santo.

Y los primeros compases de ese camino los recorreremos en El Arenal, entre las que dicen son las túnicas más elegantes de nuestra Semana Santa y que acompañan al impresionante misterio de las tres cruces del Señor de la Salud y al palio cargado de clasicismo de la Virgen del Mayor Dolor. Casi a la vez, El Cachorro realizará su primera salida desde que su casa fue elevada a basílica (recuérdalo aquí), volviendo a moverse como los días grandes a estas alturas, en la frontera entre la vida y la muerte, mientras la Virgen del Patrocinio, con su mirada dulce de 'Señorita', comenzará a a evocarnos la melancolía de cuanto ya ha pasado y ya forma parte de nuestro recuerdo.

Mientras, en Carlos Cañal, la Virgen de la Soledad se paseará por las calles un año más con esa denominación de origen, de San Buenaventura, que por momentos pareció condenada a perder durante el año pasado y que mantendrá durante un periodo que, en principio, va para largo (míralo aquí). Por su parte, Triana se despedirá entre capirotes de raso morado de nuestra Semana Santa, acompañando a La O en su tradicional visita a Sevilla, sirviendo de improvisado cirineo a su Nazareno y sonañdo con ser voluta de incienso para ver de cerca la tez morena de su Madre Coronada.

Y en San Isidoro, silencio. El que evocará el Señor de las Tres Caídas, haciéndonos ver que cada vez queda menos camino que recorrer, que poco a poco todo empieza a estar consumado. Pero también el que servirá de banda sonora al palio de oro de la Virgen de Loreto, esa capitana del aire que trae cada Viernes Santo a la Costanilla un pedazo de cielo. De igual modo, la Magdalena retumbará con toda la potencia de la cornetería trianera, esa que a pesar de su tremendo volumen no disturbará al Señor de la Conversión en su tradicional milagro de abrir las puertas del paraiso a San Dimas. Como tampoco lo hará cuando la catalana más hispalense de cuantas pueda haber, la Virgen de Montserrat, pasee orgullosa el mejor de los legados que nos dejaron los Montpensier.

Pero un tañido de campanas y dieciocho ciriales volverán a cortarnos el cuerpo cuando la noche se haya vuelto a instalar entre nosotros, anunciando que el Hijo de Dios ha muerto, que en Bustos Tavera le están preparando su Mortaja. Porque ya a los días grandes, sólo les queda por mostrarnos su último tramo, ese que pasará ante nuestros ojos en las próximas 48 horas, dejándonos esa sensación tan extraña de cada año, en la que tenemos ganas de seguir disfrutando, pero también un miedo horrible a saber que, prácticamente, ya no nos queda tiempo para ver más pasos

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