viernes, 13 de abril de 2012

Detalles Semana Santa 2012 (IV): La Madrugá del frío

El año pasado, una de las cosas que más nos dolió fue, sin duda, que la lluvia nos dejase por primera vez sin Madrugá desde tiempos republicanos, allá por 1933. Quizás por ello, las horas previas a la noche más mágica de cuantas puede tener Sevilla estuvieron marcadas, a partes iguales, por la zozobra causada por un Jueves Santo que se nos murió antes de poder saborearlo y la desconfianza creada por unos partes meteorológicos que cada vez retrasaban más el descenso de la probabilidad de lluvia. Porque dos años sin ese momento en el que la luna da envidia a la luz del día hubiese sido demasiado.

Aunque como Dios aprieta, pero no ahoga, la situación se tranquilizó al filo de la medianoche. Entonces, el último frente que podía dar guerra, y que amenazaba con descargar agua hasta la 1.30-2.00 de la mañana, se rompió casi por la mitad, repartiéndose entre Córdoba y Cádiz, motivando que las seis corporaciones hispalenses decidiesen hacer su estación de penitencia con total normalidad. Eso sí, como herencia por tanto cambio de tiempo nos quedó la entrada de una masa de aire frío que se dejó notar, y de qué manera, durante toda la noche.

Porque, pese a que los termómetros marcaron siempre entre 6 y 10 grados, la sensación térmica fue bastante inferior, hasta el punto de que muchos, pese a ir bien pertrechados con ropa de abrigo, llegaron a sufrir los rigores de una temperatura que no se había comportado así ni durante el invierno. Por ello, los cafés, chocolates, calditos y copitas de coñac o anís para entrar en calor, sobre todo en las horas más cercanas al amanecer, fueron recurrentes entre los valientes que se echaron a la calle para paladear como se merece una Madrugá que estábamos deseando vivir.

Cierto es tambíén que el ambiente permitió paladearla como se merece. No en vano, la masificación del día anterior y el miedo a los efectos del niñateo fueron los complices perfectos del frío para convencer a muchos de la necesidad de quedarse en casa, permitiendo a los que sí salieron la posibilidad de moverse por el centro con cierta comodidad. De este modo, la única nota negativa, aparte de los incidentes aislados de siempre y los retrasos en Carrera Oficial provocados por La Macarena y La Esperanza de Triana, fue el regreso apresurado de las tres hermandades de capa a sus barrios por la amenaza de lluvia.

Sin embargo, los chubascos aguantaron hasta las 14.30 horas, permitiendo que las Esperanzas y la Virgen de las Angustias de Los Gitanos pudieran recrearse de lo lindo por sus barrios, con chicotás eternas que sus fieles jamás podrán olvidar. Y es que hasta en ese momento muchos tuvieron los vellos de punta, aunque por motivos bien distintos a los de ese invierno que quiso visitarnos de improviso. Quizás porque, como nosotros, no quería perderse por nada del mundo la Madrugá.

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