martes, 10 de abril de 2012

Detalles Semana Santa 2012 (I): Los peligros de hacerse el héroe

Como dice el refranero, "nunca llueve a gusto de todos". Y eso, en términos cofradieros podría traducirse en que cuando lo hace casi nadie responde igual. De hecho, las reacciones van desde las negativas rotundas de las hermandades a salir para mojarse a las que lo hacen tras exprimir todas sus posibilidades para salir. Dentro de este último grupo encontramos varios ejemplos palmarios de lo que no se debe hacer cuando el cielo amenaza tormenta. Ridículos que, salvo para contados reductos donde lo importante es ver un paso aunque caigan chuzos de punta, han encontrado como respuesta durísimas críticas cuando lo que en realidad buscaban era la heoricidad.

Los primeros llegaron pronto, el mismo Viernes de Dolores, en una tarde en la que el agua hizo aco de presencia bien pronto, amenazando con quedarse hasta bien entrada la noche. Pese a ello, Pino Montano, Bellavista, Las Lágrimas de Pío XII y La Humillación de San Pablo decidieron desafiar a la climatología, tirando de prórrogas y cabildos hasta que llegó una clarita que les permitió ponerse en la calle. Daba igual que las nubes amenazasen con descargar en cualquier momento, las ganas de ser las primeras de las Vísperas les pudieron, sobre todo a las penitenciales, locas por ser las que estrenaran los nazarenos en este 2012. Y así, pasó lo que pasó.

A eso de las 22.00 horas, una nube traicionera decidió que ya era hora de que cada cual estuviese en su casa y se derramó sobre nuestras cabezas, obligando a las cuatro cofradías a darse la vuelta y volver a toda prisa a sus iglesias. Si desde AEMET se anunciaba que podría haber chubascos hasta bien entrada la madrugada, ¿era necesario jugársela para colocarse la medallita de ser de las primeras en salir este año? La lógica hace pensar que no, sobre todo cuando algunas, como Pino Montano, aspiran a entrar en la nómina oficial. Desgraciadamente, decisiones como las del pasado Viernes de Dolores le han hecho un flaco favor en su camino hacia la Catedral.

Lo mismo que le ocurrió a La Hiniesta el Domingo de Ramos, cuando tras descargar un aguacero su junta de gobierno decidió echarse a la calle. La idea de inaugurar la Carrera Oficial era lo suficientemente atractiva para su junta de gobierno como para hacer caso omiso a las predicciones de lluvia, contagiados por un optimismo que nadie sabía de dónde había salido. De este modo, sus tramos comenzaron a salir cuando volvió a chispear y sin dejarlo de hacer cuando caía ya un importante aguacero. Sólo cuando el paso del Señor de la Buena Muerte se colocó ante la ojiva de San Julián se determinó abortar la salida. Para ese momento, ya había nazarenos calados hasta los huesos con antifaces azules de raso despintados. Todo por el capricho de un hermano mayor al que le pudieron sus ansias de protagonismo. Sencillamente patético.

Pero el plato fuerte estaba aún por llegar. Fue el Lunes Santo, cuando La Redención y San Gonzalo se encabezonaron en hacer estación de penitencia a toda cosa. Daban igual los pronósticos o el tiempo que hubiese que retrasar la puesta en marcha de la cofradía. Alguien, quizás el físico de partículas más famoso de la NASA, Antonio Delgado, había dicho que sobre las 17.00 horas no llovería y era lo único que se tenía en cuenta. Y, lo peor de todo, es que la cabezonería halló recompensa durante los primeros momentos de ambas corporaciones por las calles.

Sin embargo, el cielo jamás dejó de presagiar tormenta, algo que motivó que, mientras ambas buscaban la Campana, Santa Marta decidiese quedarse en casa y Las Aguas esperase una hora, ante el anuncio de una inminente alerta amarilla. Así, la tromba hizo su aparición, pillando a La Redención tremendamente estirada, con su cruz de guía en los Palcos, el Cristo en el Duque y la Virgen entrando en Orfila. En ese momento, las dudas atenazaron a una junta de gobierno inexperta y que se había equivocado de cabo a rabo. Intentaron darle solución buscando refugio en la Anunciación, a la que el misterio llegó relativamente pronto. Sin embargo, el palio, al que le comenzó a chispear en la esquina de Laraña con Cuna, lejos de hacerle volver sobre sus pasos de espaldas, yendo rápido en busca de un techo, se le dio la vuelta completa hasta pasar por la Campana, parando incluso unos minutos en la puerta de la sede canónica de El Valle para ajustar los zancos para entrar cuando la lluvia ya arreciaba. Ni que decir tiene que, mientras, los nazarenos quedaron empapados, viéndose obligados a esperar a que entrasen los pasos para reguardarse ellos. Para una corporación con tantísimos niños, fue el peor castigo por haber corrido un riesgo absolutamente innecesario.

Aunque por San Gonzalo, las cosas fueron incluso peor. La cruz de guía estaba en el tramo final de Reyes Católicos cuando comenzó a caer el agua, mientras que el misterio estaba parado en el puente y el palio cerca de la Cruz Roja de Triana. ¿Y qué determinó la hermandad? en principio, seguir hacia adelante, tapando las figuras del paso de Cristo con unos capotes para que el agua no las dañara, mientras el inicio del cortejo permanecía parado a la espera de novedades y la Virgen avanzaba San Jacinto abajo. Pero la nube tenía ganas de guasa y comenzó a descargar de lo lindo, precipitando los acontecimientos. La Virgen de la Salud buscó cobijo en La Estrella, aunque si se hubiese tomado la decisión cuando procedía podría haber vuelto incluso a su templo, al que, curiosamente, sí lo hicieron los nazarenos. Mientras, la banda tocando en la calle, evocando a aquella escena de 'Titanic', sólo que cambiando un barco que se hunde por un mar de paraguas en plena Semana Santa.

Y ya en la otra orilla de Sevilla, mientras se guardaban con total parsimonia en un costal las nuevas potencias del Señor del Soberano Poder, se decretó entrar en la Magdalena, aunque ocurriendo todo de un modo que a muchos nos dejó absolutamente perplejos. No en vano, el misterio, lejos de andar con una zancada larga y potente, se entretuvo sobre los pies e, incluso, pidiendo marchas. Pese a que había sitio de sobra para avanzar rápido, todo sucedía a un ritmo distinto al de cualquier cofradía bajo la lluvia, como si nada. Sólo cuando caía el agua a cántaros pareció que la cordura hizo acto de presencia, aunque, por qué no decirlo, siempre se pudo correr más y evitar un ridículo del que las imágenes de la televisión fueron fieles testigos, sin dejar ni un sólo resquicio a la duda. Fue absolutamente dantesco.

Afortunadamente, y pese a que la lluvia nos ha visitado más de lo deseado en esta Semana Santa, no hemos tenido que lamentar más desastres de este tipo. Cierto es que el Viernes Santo, La O y La Soledad de San Buenaventura siguieron hacia la Carrera Oficial pese a que les sorprendió un importante aguacero. Aunque se quedó en un simple susto. No fue el caso del resto de ejemplos citados, en los que queda claro que los héroes no son quienes más fuerte apuestan para ganar, sino aquellos que cuando tienen que aparecer no ponen en peligro el patrimonio que tienen más allá de lo estrictamente necesario.

2 comentarios:

  1. En que algunas veces se arriesgan demasiado... tienes razón. Pero los partes del tiempo no son SÍ llueve o NO llueve. Por ejemplo el Sábado Santo daban un 30% de posibilidades de agua, todas salieron a la calle y no calló ni una gota. Otros días con un 40% de posibilidades todo el mundo acabó chorreando.

    Los porcentajes son eso, probabilidades. Según tu publicación parece que con un 1% de probabilidades ya no debería salir ninguna, porque hay posibilidades reales de lluvia, pocas pero las hay.

    Y sobre lo del patrimonio... sería un debate aparte. ¿Cuánto de importante es el patrimonio como para ponerlo en peligro? ¿No es el verdadero patrimonio la gente y su creencia? ¿Qué le pasa a una Hermandad si pierde algo de oro o plata? ¿La gente va a dejar de ir a verla? ¿La gente va a dejar de creer? ¿Cuanto valor real tiene ese patrimonio del que tanto se habla?

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  2. Al hablar de patrimonio no sólo nos referimos al artístico, sino, y sobre todo, al humano. La cosa no es quedarse en casa con un 1% de probabilidades de agua, ni mucho menos, ya que eso resultaría tanto o más ridículo, sino echarse a la calle dentro de unas previsiones y contexto razonable, algo que en los casos citados no ocurrió. Porque ya no hablamos sólo de porcentajes de agua, sino de cielos absolutamente encapotados y lluvias cercanas. Con todo ello, ¿verdaderamente no era previsible que ocurriese lo que pasó? Sinceramente, creo que sí. De cualquier modo, agradezco que expreses tu opinión al respecto. Un fortísimo abrazo!!!

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