jueves, 19 de abril de 2012

El mismo alarmismo de siempre

Es algo que no falla, que cada año se repite y siempre con las mismas consecuencias. Hablamos de los ataques a la basílica de La Macarena con motivo de las efemérides de la proclamación de la II República, el 14 de abril de 1931, y la del alzamiento del 18 de julio de 1936. De hecho, la conmemoración de la primera tuvo lugar el pasado fin de semana y, como es habitual, un grupo de activistas lanzó botes de pintura roja contra la entrada del templo, intentando que los impactos diesen en la zona superior derecha, coincidiendo con una placa en la que aparece el nombre de Francisco Franco.

Y para que la cosa no varíe, de nuevo, en las redes sociales y foros cundió el alarmismo, siendo la tendencia más socorrida la de llevarse las manos a la cabeza, condenar los hechos y sacar pecho con un "sí, soy de derechas y cofrade, ¿y qué?", tan incompleto como ridículo. ¿Acaso no hay repúblicas de derechas? ¿es que ningún militante o simpatizante de izquierdas sale de nazareno o hace vida de hermandad? Ridículo se mire por donde se mire, sobre todo, cuando se suele aludir al ruido de sables de una posible Guerra Civil que, de producirse, no vendría condicionada por tendencias religiosas, sino por los efectos de una devastadora crisis que ni los de antes ni los de ahora han sabido detener.

Otra vez queda claro que no escarmentamos, que ni los que piden respeto a la Memoria Histórica saben cómo merecerlo y que los que se mueven en este microcosmos de túnicas y capirotes no pueden ser más exagerados. Cierto es que la cosa ha cambiado en los últimos años, que el ambiente está más tenso, pero ¿ayuda de algo dar tantísima importancia a un acto bandálico que ni la tiene ni la merece? Hay que tomar medidas, sí, pero no hacer que cunda el pánico, porque, ojalá nos equivoquemos, seguro que en tres meses se vivirán hechos parecidos, que no deben pasar de ser tomados como anecdóticos, como una triste costumbre que unos pocos se encargan de mantener, probablemente, mientras un tal Queipo de Llano siga descansando allí dentro.

Pero como eso no cambiará jamás, resulta obvio que lo que hay que controlar es que la cosa pase a mayores. Y para eso las hermandades, sobre todo una tan poderosísima como La Macarena, cuentan con medios para hacerlo, sobre todo desde el ataque que sufrió el Señor del Gran Poder (recuérdalo aquí). Por eso, lejos de caer en el error de darle publicidad a algo a lo que jamás habría que otorgárselo, de darle el gustazo de tener demasiado en cuenta a quien no lo merece, habría que optar por, como hace nuestro propio organismo, tirar de memoria selectiva. Porque, como dice el refranero, no hay mayor desprecio que, simplemente, no hacer ningún tipo de aprecio.

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