sábado, 30 de marzo de 2013

Con sabor a despedida

Como quien no quiere la cosa, hemos llegado ya a la última tarde de túnicas y capirotes de este año. Definitivamente, se nos va esta Semana Santa, que, como suele ser habitual cada Sábado Santo, nos impregna los labios con un importante sabor a despedida. Empezaremos a paladearlos bien temprano, con los traslados de vuelta a sus templos de La Esperanza de Triana y Los Gitanos. Después, las calles se impregnarán del ruán verde y el carácter decimonónico de El Sol, que volverá a 'emigrar' desde su barrio de El Plantinar para llevar la alegoría del Varón de Dolores a la Catedral, pero también la Sacra Conversación de la Virgen entre varales de caoba y bambalinas pintadas, demostrando que se puede ser diferente, que no todo tiene que seguir el mismo cánon en esta bendita ciudad.

También clasicismo destilará por sus cuatro costados Los Servitas, con la Piedad que forman la Virgen de los Dolores y el Señor de la Providencia, entre sones fúnebres y de banda de música, y esa Virgen de la Soledad por cuyo rostro caen las últimas lágrimas que sus ojos pueden derramar. Mientras, La Trinidad, entre izquierdazos y cambios, volverá a recordar el misterio del Santísimo Decreto, pasando después a sorprendernos con un Señor de las Cinco Llagas que estrenará todo el trabajo de talla de su impresionante paso nuevo, haciéndonos así el cuerpo para encontrarnos con la Virgen de la Esperanza, la que tiñe de verde esta jornada de luto, recordándonos que esta edición de los días grandes se nos marcha, pero que ya vendrán otras más.

De confirmarlo del todo se encargará El Santo Entierro, con esa Canina que nos dice que la Muerte venció a la Muerte, que Dios no ha fallecido, que sólo duerme en su urna gótica y responde al nombre de Yacente, mientras todos esperan su vuelta junto a su Madre de Villaviciosa en un duelo que tendrá su caducidad en plena madrugada por Santa Marina. Y como broche de oro, la Soledad que nos llegará de San Lorenzo, como metáfora de cómo se nos quedará el alma en cuanto perdamos de vista su paso cuando regrese a su templo, cuya puerta tocaremos para poder vivir otra Semana Santa más, porque esta ya de nosotros se está despidiendo.

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