jueves, 28 de marzo de 2013

Una jornada que recuperar

El Jueves Santo es de esos días que están marcado a fuego en el calendario de la ciudad, de esas jornadas sin las que sería casi imposible imaginarla, aunque durante los dos últimos años nos hemos visto obligados a tener que hacerlo. Porque los paraguas y los chubasqueros se han encargado de quitarle el protagonismo a las mantillas y los trajes de chaqueta, las miradas al cielo a las colas a las puertas de los templos y los cabildos de oficiales a lo que debería ser una bella tarde-noche de pasos. La 'Triada Sacra' ha comenzado coja en todo este tiempo, dejando muchísimas deudas pendientes con los cofrades hispalenses, las mismas que se querrán saldar a lo largo de las próximas horas.

Porque las calles se mueren por ver otra vez a los nazarenos blancos con escapulario azul de Los Negritos, conteniendo el aliento ante ese Señor de la Fundación que, a diferencia del resto de Crucificados, es iluminado por faroles, no por candelabros y admirándose de cómo toda la imaginación de Juan Manuel se hizo palio para la Virgen de los Ángeles. Pero también de sentir el peso del misterio de La Exaltación, en el que su Cristo mira hacia el cielo no sólo pidiendo que las nubes no aparezcan, sino también que acabe ese eterno destierro que sufre por las obras de Santa Catalina, por quien también llora, como su nombre bien indica, la Virgen de las Lágrimas.

Debe ser también día grande en Los Remedios, que se hará espalda de su Señor Atado a la Columna para mitigar el efecto que en Él provocan los azotes del flagelum romano, y que sacará pecho vacilando con orgullo por la belleza añeja de ese trono en el que se pasea la Virgen de la Victoria. Mientras, la plaza de Montesión enmudecerá para no perturbar la Oración de Jesús en el Huerto de los Olivos, la misma que, en clave mariana, se hace presente en el nombre de su Madre, Rosario, y las cuentas con cuelgan y tintinean al son que marcan el vaivén de sus bambalinas.

Por su parte, cuando el sol comience a despedirse de nosotros, será el momento de dejar claro que todo se está consumando en la Magdalena, donde Jesús será Descendido en el misterio de La Quinta Angustia ante la expectante mirada no sólo de la Virgen, sino también de toda una ciudad que volverá a ver cómo con apenas un sudario se puede desafiar a la gravedad. Y entre el centelleo de los flashes en los espejitos de su paso avanzará el Señor de la Coronación de Espinas, sirviendo de preludio a ese encuentro con la Verónica en la calle de la Amargura que ejemplificará el Nazareno con la Cruz al Hombro antes de que nos reencontremos con ese sabor clásico y decimonónico de flores cónicas que enmarcan a la Virgen del Valle.

Finalmente, silencio y ruán negro en el Salvador, viendo cómo hasta la rampa enmudece su crujido al paso del Señor de Pasión, ese que volverá a salir como hace años que no vemos (al menos en la calle, que no en su templo), con túnica bordada y una calavera a sus pies, precediendo a su Madre de la Merced, la que después de tres años esperando quiere, por fin, verse con la música de la Oliva de Salteras por Sevilla. Como también nosotros deseamos volver a disfrutar de un Jueves Santo que el tiempo nos ha arrebatado en los últimos años y que hoy estamos obligados a recuperar mientras, por algunos puntos, una centuria romana desfila presagiándonos la Madrugá...

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