lunes, 25 de marzo de 2013

Revalidas y reencuentros

Casi no hemos tenido tiempo de darnos cuenta de que se nos ha escapado entre las manos un nuevo Domingo de Ramos y ya es Lunes Santo. El primero de esos días en los, en clave cofrade, amanece bien temprano, entre túnicas y capirotes, con una cofradía poniéndose en la calle a las primeras de cambio. Porque el sol, esperemos que nunca mejor dicho, saldrá antes por San Pablo, donde tanto el Señor Cautivo y Rescatado como la Virgen del Rosario sueñan con volver a pisar la Catedral tras quedarse en casa en los dos últimos años y quedarse en el intento allá por 2010. Aunque hoy todo será distinto, o, al menos, eso deseamos todos.

Como también poder paladear como se merece, en todo su esplendor, el sabor a barrio de Santa Genoveva, el mismo que destila cada integrante de sus filas nazarenas, el que cabe en la figura de ese Señor Cautivo que parece que va sólo, pero al que le sobra compañía, y que también se hace presente en el alegre vaivén de las bambalinas del palio de la Virgen de las Mercedes. Algo parecido sucederá en El Tardón, entre ese larguísimo cortejo de blanco inmaculado que precede a los izquierdazos del misterio del Señor del Soberano Poder de San Gonzalo, pero también a esa joya que pasa tan desapercibida como la Virgen de la Salud, quizás por tener hoy por delante a quien tiene el resto del año a su lado.

De igual modo, la calle Santiago llevará al Getsemaní, que irá echando raíces por Sevilla entre olés y cambios, los de la elegante cuadrilla del Señor de la Redención, ese al que Judas sólo da un beso eternamente inacabado, consciente de que si este tuviese caducidad cualquier hermano le quitaría el puesto no para darle sólo uno, sino unos cuantos, casi los mismos que le lanzarán a la Virgen del Rocío a su paso. Mientras, las campanas en San Andrés sonarán a difunto, haciendo que la ciudad enmudezca viendo cómo trasladan al Señor de la Caridad de Santa Marta al sepulcro bajo la atenta mirada de su Madre de las Penas.

Después, llegará el recogimiento de Vera+Cruz, transportándonos a otro tiempo, el que evoca la pequeña talla de su Crucificado, pero también su Lignum Crucis, ese que nos llevó a reflexionar sobre el sentido de todo esto hace apenas un año, y una Virgen de las Tristezas a la que no le hace falta más artificio que una escasa candelería y su palio de cajón. Pero también el clasicismo de la cruz de carey y plata del Señor de las Penas, ese al que sólo media capital hispalense podrá ver la cara, y una Virgen de los Dolores a la que sería muy difícil de imaginar paseándose por las calles sin los sones de la Banda de Tejera.

Y de la vera del río, Las Aguas. Las que caben en la advocación de ese Cristo que sonará a Triana sin tener que volver a cruzar a esa otra orilla que conocen tanto Él como su Madre del Mayor Dolor. Pero también la que ha caído desde que esa eterna niña que es la Virgen de Guadalupe salió de las gubias de un jovencísimo Álvarez Duarte para maravillar a toda Sevilla. Además, daremos nuestro visto bueno al líquido elemento sí sólo se hace presente en la cofradía del Arenal y en la de El Museo, en una Virgen de las Aguas que da gracias al cielo porque ya esté de vuelta un Señor de la Expiración que dejará boquiabiertos a propios y extraños, apareciendo como nuevo, como si fuese un estreno. Lo mismo ocurrirá con nuestras ganas de Semana Santa, que serán aún mayores si cabe tras este día de reválidas y reencuentros.

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