Tercer sábado de mayo y, como mandan los cánones, la Virgen volverá a ser una vez más la gran protagonista de la jornada, haciendo aún más claro si cabe eso de que la capital hispalense es la 'Tierra de María Santísima'. Será, con los barrios llevando la voz cantante, con dos procesiones que sin acogerse a los parámetros propios del ciclo en el que andamos inmersos, el de las Glorias, sí que ejemplificarán a la perfección el cariño incondicional que se le tiene por estas latitudes a la figura de la Madre de Dios, sea cual sea su advocación.
Eso lo entienden a la perfección en Valdezorras, donde se paseará un año más la Virgen de las Veredas, haciéndolo a cielo abierto y reencontrándose así con sus vecinos, devolviéndoles las innumerables visitas que estos le han hecho en su templo durante los 364 días restantes del año. Y mientras, en San Carlos, con aires en miniatura de la tarde del Domingo de Ramos, la réplica de la Virgen de Gracia y Esperanza de San Roque pondrá a prueba la sonoridad de sus bambalinas cuando comienzan a dialogar con los varales de su palio, dando vía libre a las comparaciones con el que sale a conquistar el centro cada primavera desde la calle Recaredo.
Con todo ello, y mientras gran parte de la ciudad mira hacia Almonte, a una Aldea que se convierte en metrópoli de la cristiandad gracia a la devoción que se siente hacia la Virgen del Rocío, Sevilla cumplirá con esas leyes no escrita que trae consigo la quinta hoja del calendario, esa en la que la frontera entre las estaciones se difumina echándole mano, casi con un mes de adelanto, al mismísimo verano. Mientras la Madre de Dios se pasea por los barrios, mientras hay Cruces de Mayo que también delatan a que alturas del año nos encontramos, pero que no quitarán protagonismo a la Virgen en una tarde que será eminentemente mariana.
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