En la historia reciente de nuestra Semana Santa, pocos 'exilios' han durado tanto como el que experimentó en los noventa Santa Marta. No en vano, la corporación se pasó toda la década fuera de la parroquia de San Andrés, encontrando acomodo en la de San Martín, que por momentos llegó a vivir como suya. En este sentido, todo acabó en el 2000, cuando por fin pudo volver a su templo, poniendo fin a un mal sueño que, desgraciadamente, parece que vuelve a revivir en estos días, sobre todo tras un susto que ha despertado a todos los viejos fantasmas.
Porque desde hace meses se vienen observando cómo se han desprendido del techo algunos cascotes que empiezan a hacer temer lo peor. Cierto es que, según algunos expertos, es una situación que se debe a las lluvias del invierno, que han provocado filtraciones en la cubierta que, a priori, no revisten mayor gravedad. Sin embargo, el recuerdo de una década fuera y ejemplos como el de Santa Catalina (recuérdalo aquí) hacen que todos los hermanos de la corporación de la Patrona de la Hostelería tengan las carnes abiertas, deseando con todas sus fuerzas que no se repitan situaciones de sobra conocidas.
Mientras tanto, desde la junta de gobierno de Santa Marta se pide calma, aunque la preocupación sea la nota dominante entre sus miembros. Se sabe que el problema no está en las restauraciones, sino, sobre todo, en el mantenimiento de los templos, que resultan mucho más costosos que cualquier obra. Y eso que en San Andrés participan activamente en él, intentando que todo esté como el primer día, aunque los ladrillos se empeñen en seguir haciendo de las suyas, haciendo que, contra pronóstico, una casa que estaba hace poco como nueva vuelva a dar problemas.
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